Colombia está experimentando una dinámica electoral más. Las votaciones a nivel territorial están a la vista. En octubre, «nuevos» gobernadores, diputados, alcaldes, concejales y ediles serán elegidos en cada departamento, municipio y comuna del país.
Tolima e Ibagué no son ajenos a esta situación. Los grupos políticos hegemónicos y «alternativos» han destapado algunas de sus cartas de cara a las elecciones territoriales. Desde el año pasado vienen operando varios movimientos en miras de disputar los cargos de elección popular. Unos no quieren perder lo ganado y los que están bajo la mampara del «cambio» pretenden lo que perdieron hace cuatro años.
En este contexto, varios perfiles han despuntado. A la gobernación del departamento, una mujer anda «con los pies en el territorio» hablando de productividad, mientras tímidamente suena –una vez más– el apellido Jaramillo sin mucho que decir, más allá que denunciar la corrupción. A la alcaldía de Ibagué hay catorce candidatos y contando, cada uno con un paliativo medianamente elaborado a los problemas de la capital musical. En ambos casos, las propuestas no son certeras, más bien levantan lugares comunes ante problemas recurrentes. La ausencia de una visión estratégica está presente. Ni los grupos políticos abanderados de la libertad ni los orientados por la justicia social tienen un horizonte definido para el departamento y mucho menos para su capital.
En los recientes espectáculos de campaña a la alcaldía de Ibagué (reuniones, debates y otros) sobresalió la falta de proyecciones estratégicas, planes y proyectos. Los precandidatos o candidatos y sus grupos políticos no visionan una ciudad incrustada en una vasta zona rural que garantice la mayor suma de bienestar de su gente. Al parecer, lo que está en juego para casi todos (por no decir todos) es mantener, capturar o recapturar la maquinaria estatal y usufructuar sus recursos, que son públicos. Con la gobernación pasa lo mismo.
Ibagué y su gente reclaman una visión de largo plazo. El común está preocupado por la comida y sus precios, por un trabajo y por el futuro de los pequeños negocios, por el acceso al agua, su costo y el de los demás servicios domiciliarios; también, está inquieto por la consecución de una vivienda, por el transporte y la malla vial, por el funcionamiento traumático de los servicios de salud y por los dineros de las obras que están en veremos. Los ibaguereños no necesitan más promesas sobre lo que ya fue aprobado; ellos exigen un lugar donde puedan realizarse a nivel personal, profesional, familiar, laboral y ciudadano. Al escuchar la gente en plazas, parques, negocios, buses y otros espacios, es posible inferir que el grueso de los ibaguereños añora un lugar amable para vivir. Por esto, la gestión de unos gobernantes comprometidos con el bienestar de su gente pasa por generar las condiciones y garantías suficientes para avanzar hacia la dignidad.
El alimento, el ingreso suficiente, el techo, el vestido y la salud son premisas esenciales del bienestar. El impulso de la producción agropecuaria de Ibagué, por ejemplo, es fundante en esta dirección; como lo es también la explotación planificada de su área rural y sus recursos naturales (sin agotarlos). Incluso, la producción de materias primas y su transformación ofrece una posibilidad para la generación de empleo y, tal vez, la modificación del ingreso de los ibaguereños. Esto complementado con el aseguramiento de los derechos sociales (salud, educación, servicios domiciliarios, vivienda) brinda condiciones adicionales para vivir bien, lo cual es necesario enmarcarlo dentro de un nuevo y profundo esquema de planificación y ordenamiento territorial.
La productividad por la productividad no es suficiente solución para la gente, como lo ferió un exgobernador en su momento; tampoco lo es pretender una Ibagué con el corazón si a quienes favorece es a los amigos de su pregonador. El común de los ibaguereños merece una propuesta integral e íntegra. El futuro de Ibagué y de sus generaciones reposa en un proyecto de largo aliento que alindere un esfuerzo colectivo y una nueva correlación de fuerzas hacia una sociedad drásticamente diferente a la existente.