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Modificar las costumbres políticas
«El control de la maquinaria estatal […] es insuficiente si no sienta las bases para superar una vida política estrecha».
Imagen: cepal.org
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Modificar las costumbres políticas
«El control de la maquinaria estatal […] es insuficiente si no sienta las bases para superar una vida política estrecha».

Unos cuantos grupos con poder son los protagonistas de la política en el Tolima e Ibagué. La carrera por los cargos de elección popular en el departamento y su capital pone en esta disputa a la casa Barreto, la casa Jaramillo-Hincapié, el hurtadismo y, con seguridad, a un grupo emergente vestido de alternativo. La gente de a pie, en este presente, es espectadora y votante de uno u otro candidato.

El barretismo, los Jaramillo y sus aliados, al igual que los demás grupúsculos y liderazgos que coexisten en sus alrededores, no solo capturaron la maquinaria del Estado y el ejercicio del poder; también, estrecharon la participación y sesgaron las costumbres políticas en el Tolima e Ibagué. Las voces importantes son las que están insertas en figuras representativas institucionalizadas, aunque sujetas a quienes las controlan. El sentir de la gente corriente, sus preocupaciones, angustias y problemas no constituye el insumo de la vida en comunidad.

La ausencia de esta preocupación es notoria en quienes apuntan a la gobernación: su centro de atención, en especial para quienes mantienen con los pies en el territorio, está en la conquista de nuevas amistades, ya que los «amigos» son los más importantes en tiempos electorales. Las y los candidatos a la alcaldía de Ibagué tampoco contemplan esta inquietud: así como unos están buscando amistades, otros están despertando simpatías, a partir de problemáticas importantes derivadas de la cuestionable gestión del burgomaestre Andrés Hurtado. La participación y el protagonismo de los de a pie, no figura dentro de su agenda y mucho menos dentro de su perspectiva política.

La gente del Tolima e Ibagué no puede seguir reproduciendo y alimentando las costumbres políticas maduradas por los grupos hegemónicos. Una prolongación de estas contribuye al afianzamiento de la estreches como marca distintiva de la política en el departamento y la ciudad; además, ahonda el divorcio entre la gente corriente (el constituyente primario) y quienes la dirigen.

De cara a las elecciones territoriales urge una ruptura con esta situación. En el caso del Tolima y en especial en Ibagué, para quienes están en pugna con la casas políticas tradicionales, el control de la maquinaria estatal a una determinada escala territorial es insuficiente si no sienta las bases para superar una vida política estrecha: el círculo de cercanos a quienes han ejercido históricamente el poder no puede continuar siendo el soporte de la vida política, como tampoco lo puede seguir siendo la simulación y el espectáculo. El impulso de diferentes formas de participación de la gente común es un punto de partida para el cambio en las costumbres políticas. Este un elemento a considerar en campaña, tras una posible victoria o ante un revés electoral.

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