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Año nuevo, hegemonía vieja
«Independiente de las fricciones y distancias entre Barreto y Hurtado, ambos muestran coincidencias estratégicas».
Común y Corriente
Común y Corriente
Año nuevo, hegemonía vieja
«Independiente de las fricciones y distancias entre Barreto y Hurtado, ambos muestran coincidencias estratégicas».

La carrera electoral del año pasado dejó un nuevo mapa político en Colombia. Los resultados respecto a las gobernaciones revelaron un avance limitado del proyecto político de Gustavo Petro. Aunque él reclamó cerca de 10 departamentos, el número de gobernadores electos declarados en independencia y cercanos a la oposición es considerable; según el diario El Colombiano, este ascendió a los 23. Con respecto a las ciudades capitales, el panorama no es totalmente satisfactorio: la reacción ganó Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla y otras ciudades intermedias.

En el Tolima y su capital, los resultados de la contienda no expresaron un posicionamiento a favor del «Gobierno del Cambio» y/o un viraje político relevante en el departamento y la ciudad; por el contrario, pusieron de manifiesto un afianzamiento de los grupos políticos hegemónicos: de un lado el barretismo y de otro el hurtadismo (de reciente aparición). A propósito, el primero, el grupo de Óscar Barreto Quiroga, actual senador de la república, se impuso en la gobernación con Adriana Magali Matiz y en más de la mitad de los municipios del Tolima. Mientras tanto, en Ibagué, Andrés Fabián Hurtado –cada vez más lejano de Barreto, pero no cerca del progresismo y la izquierda– logró llevar a la alcaldía a Johana Aranda.

En este contexto, Hurtado constituye una anomalía en el interior del barretismo. Aunque lacera su hegemonía en el departamento y, en especial, en la ciudad, no conduce al final de una forma de concebir, pretender y ejercer el poder a nivel territorial. En su condición de alcalde, Hurtado forjó una correlación de fuerzas con actores de Ibagué «olvidados» o no muy tenidos en cuenta por el grupo de Barreto, los cuales soportan las economías sumergidas de la ciudad. Con este acumulado, se lanzó en una disputa saldada a su favor, que encontró en el uribismo el mejor padrino político. La candidatura de Aranda, que fue avalada por el Centro Democrático y coavalada por seis partidos más, constituyó una jugada dentro del ajedrez político tolimense e ibaguereño acertada que puso al exalcalde de Ibagué en una posición ventajosa frente a los grupos hegemónicos del departamento.

Vale la pena subrayar que los liberales, incluyendo a los jaramillistas, no se quedaron a la expectativa. Alberto Santofimo no dudó en respaldar a Matiz a la gobernación, mientras Olga Beatriz González apostó por sacar una «ventaja» de la fisura del barretismo, lo cual la llevó a insistir en el apoyo del liberalismo a Aranda. En cualquiera de los dos casos, los liberales terminaron vendiéndose al mejor postor, debido a su debilitamiento paulatino en el departamento y la ciudad.

Independiente de las fricciones y distancias entre Barreto y Hurtado, ambos muestran coincidencias estratégicas. En el espectro político nacional, por ejemplo, no están con Gustavo Petro y juegan en la oposición. A nivel territorial, apuestan por proyectos en los que el bienestar general no es la prioridad; además, constituyen un bloque de poder hegemónico territorial, utilizan la maquinaria del Estado para consolidar y reproducir sus ambiciones particulares, y juegan como voceros y salvaguardas de los intereses de quienes los apoyan.

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