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Utopía y dignidad, un realismo dra-mágico en La Estrategia del Caracol. Reseña
Utopía y dignidad, un realismo dra-mágico en La Estrategia del Caracol. Reseña

“Las leyes, como las telarañas, enredan al débil, pero son rotas por los fuertes”

Solón


“Un grupo de cien personas no se pueden llevar una casa en un mes, ni en tres meses, ni en un año, y todavía menos con una grúa. La película está hecha de tal modo que esto parezca posible.” Con estas palabras, Sergio Cabrera -el director de la película- se refiere a La Estrategia del Caracol como “una patraña sobre el sentido de la libertad y la solidaridad humana” (…) “el cine puede ayudar acariciar la utopía” –nos dice- y es exactamente lo que logra con este film, pues hace que los espectadores se identifiquen con el drama que viven las personas tan disímiles, y que algo irreal e ilógico sean comprendido y visto como algo real; no por nada el narrador de la película es un culebrero.

Vemos el relato de como una comunidad integrada por un grupo de personajes tan dispares entre sí (un abogado no graduado, un español anarquista exiliado, un travesti, un culebrero paisa, señoras con una recalcitrante fe religiosa, etc.), llevan a cabo una lucha en común, siendo esta la de la defensa de su vivienda, pero más que eso es la dignidad la que quieren defender, el respeto por uno mismo.

No se trata ya del deseo de un imposible, de una utopía ilógica, sino más bien, de artimañas y triquiñuelas con las que la película toma vida y no necesita ser explicada, ya que por sí sola se defiende de lo lógico y racional, como en las mejores obras del realismo mágico. Las argucias jurídicas con las que el abogado Romero (Frank Ramírez) retarda una y otra vez las diligencias de desalojo, guardan una íntima relación con la realización del film, ya que primero, este estuvo que esperar cuatro largos años para poder ser producido en su totalidad por motivos económicos, y segundo, con el hecho inspirador de este, pues Cabrera se inspira en la noticia de un periódico colombiano en el que se lee que la burocracia de la justicia colombiana tardó tanto en el desalojo de La Casa Uribe,  que al llegar el juez, descubrieron que la casa ya no existía. Dichas argucias jurídicas son las que dotan -en un primer momento- de un realismo mágico la historia, pues se presentan estas triquiñuelas como algo natural.

Un elemento fundamental para la trama de la película, es el “milagro” que le ocurre a Misia Trina (Delfina Guido) al manifestarse la Virgen en una de las paredes de su habitación como señal irrefutable de permanecer, no en su casa, si no con su casa. Este hecho es pues, la connotación mágico religiosa de una comunidad que puso todo “bajo las órdenes de la Santísima Trinidad”.

De aquí en adelante la película será la alegoría de la solidaridad y el apoyo mutuo: “de cada cual según su capacidad” dijo Don Jacinto (Fausto Cabrera), en el relato contado por el culebrero Gustavo Calle (Luis Fernando Múnera), dándole un reavivamiento a un viejo principio del anarquismo. Así, empieza la utopía real, el realismo mágico o más bien dra-mágico como le he querido llamar aquí. La fe y la esperanza, así como las ganas de vivir de unos personajes que bien podrían representar el grueso de una sociedad latinoamericana, son elementos primordiales de la película, pues son los que van a darle un sentido y una razón a las acciones que en colectivo desarrollan la comunidad de La Casa Uribe.

El trabajo en equipo por un objetivo común y “los pasos pequeños e insignificantes, los pasos de un caracol, son los más importantes”; ya que, al llevar su casa a cuestas, el caracol -en este caso los habitantes de la casa- con cada paso que da, lleva consigo los sueños y la dignidad de un(os) ser(es) que no se conforma(n) a dejar atrás su hogar. La ilusión de los habitantes de la casa, así como la variedad de matices que los define, contrasta formidablemente con la oscura visión de la burocracia colombiana, que se define por unas características como la corrupción, la falta de escrúpulos, el autoritarismo y la violencia.

El final de la película es quizás, para los espectadores, lo más sorprendente, pedagógico y mágico; pues la estrategia llevada a cabo por el grupo de vecinos no les devuelve su casa, pero sí su hogar, no les retribuye justicia, pero sí su dignidad, no les da una victoria sobre la burocracia, pero sí sobre la vida. El final dota a los espectadores de enseñanza sobre el problema de la violencia, de la ocupación, del urbanismo, de la brecha entre pobres y ricos con una mágico-realista estrategia como lo es, la estrategia del caracol.

La Estrategia de Caracol es, en síntesis, un elogio a la dificultad, un canto a la dignidad y una promesa a la utopía; es también una crítica a la violencia y una resurrección de viejas ideas; es la reivindicación de la solidaridad y el trabajo colectivo por un objetivo en común; es la distinción entre las clases sociales y sus visiones de mundo; en suma, es un realismo dra-mágico llevado al cine.

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