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Revocatoria en Ibagué: un estéril esfuerzo sin proyecto de ciudad
Revocatoria en Ibagué: un estéril esfuerzo sin proyecto de ciudad

El proceso de revocatoria se ha quedado en el diagnóstico y en la denuncia de la insalubre gestión de la administración municipal, amputándose así lo esencial: la construcción del proyecto transformador requerido por el Valle de las Lanzas.


Han pasado diez meses desde la creación del movimiento que busca revocar al alcalde Andrés Fabián Hurtado. A primera vista, la iniciativa resultaba crucial para poner un alto al creciente acumulado de mediocridad de las administraciones municipales que han dejado como consecuencia una involución en la agenda económica y social de Ibagué. Problemas nada nuevos como el desempleo, la informalidad, la delincuencia, entre otros conocidos y otros que se agazapan, se terminaron madurando con la pandemia y develaron la incapacidad del alcalde y su gabinete para hacerles frente. De cierta manera, el COVID-19 coadyuvó a que se volviera a pensar en que ciertos asuntos, que parecían ya de costumbre, son en realidad problemas que siguen vigentes y sin intención de resolver. A la gran adaptación de la ciudad a vivir en situaciones precarias se le puede hacer un símil con el problema lógico de “no sabemos lo que sabemos”; muchos ibaguereños vivimos a diario en la escasez, pero no somos conscientes de ello.

Así las cosas, son muchas las razones para apoyar iniciativas que representan un salto cualitativo para la ciudad, más cuando sus promotores se caracterizan por ser infatigables en las luchas sociales y populares. Sin embargo, fue fácil darse cuenta de que en el proceso de revocatoria también hacen presencia gendarmes de la corrección política, los cuales se jactan de su desorientado pragmatismo o que simplemente no han hecho nada por la ciudad y buscan, como dijo un colega, “quitarle el butaco a uno para sentar a otro”. Reunidos determinan trivialmente qué necesita la ciudad, mientras marginan las voces de la cotidianidad. Poco “precavidos” fueron algunos promotores al invitar y hacer acuerdos con estos electoreros enemigos del progreso ibaguereño, los cuales destacan por sus propuestas (si es que las hay) mezquinas, frágiles e impermanentes.

Sumado a lo anterior, el proceso de revocatoria se ha quedado en el diagnóstico y en la denuncia de la insalubre gestión de la administración municipal, amputándose así lo esencial: la construcción del proyecto transformador requerido por el Valle de las Lanzas. Este inexistente proyecto no germinará hasta el momento en que, quienes desean un cambio, abandonen la creencia de que ganar el poder es fórmula única para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. En su lugar, se debe procurar trabajar desde abajo para conocer, en primera medida, las circunstancias y realidades inmediatas de las comunidades e impulsar desde estas la reproducción material y de la vida. Para esto, es menester volver del revés el quehacer de las organizaciones sociales y populares: retomar la creación del tejido social en aras de serle fiel a una misión, a un horizonte indefectible.

Como promotor de la revocatoria que alguna vez fui, invito a mantener los esfuerzos para sacar a Ibagué de su abandono y construir colectivamente un proyecto de ciudad que transcienda de las faenas electorales. Expulsar a las huestes será también prioritario para que el gentío vuelva a creer en los procesos de transformación social. ¡A trabajar por Ibagué!

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