«Dentro de lo posible por amor
pero por favor
suicídense.
Y si alguien les pregunta
qué hora es
respondan sin dudarlo
es la hora de suicidarse».
Marc, la rata sucia José Sbarra
«No te desanimes, mátate» es una emblemática canción de la banda de punk Mutantex, conformada en la ciudad de Medellín-Colombia a inicios de los ochenta. Para esa época, el país atravesaba un periodo de agudización de conflictividades sociales, políticas y armadas, en las cuales la juventud urbana era presa de esta condición. Para el momento, los jóvenes marginados, desesperanzados y precarizados no vislumbraban futuro posible para resarcir la vida misma.
En 1990 se estrenó la cinta cinematográfica del director Víctor Gaviria Rodrigo D No Futuro, película que refleja la vida de miles de jóvenes anclados al eterno presente ante las adversidades crudas propias de la existencia. La banda destacada durante el filme fue Mutantex en cabeza de Ramiro Meneses, quien protagonizó a Rodrigo en la película.
El legado del No Futuro que otorgó el punk para una época donde la vida misma era extrema, ahora es objeto de consumo del eterno presente por los mercaderes del bienestar. El No Futuro es el mantra de nuestro tiempo. Ahora solo nos queda vivir en el aquí y el ahora, lugar donde soltar el pasado es obligatorio y donde no debemos aferrarnos a la posibilidad de un futuro posible. Este mantra es difundido ampliamente por los mercaderes de la espiritualidad, manuales de autoayuda y coaching en todas sus expresiones.
El mercado del bienestar es ahora adoptado por el infantilismo cliché de la izquierda activista, o para no herir susceptibilidades por aquello del género, les activistes de la izquierda Feng-Shui, indefinida y progresista. Este infantilismo hace de la chucha y la pecueca una disputa contra-hegemónica al creer que se puede confrontar el orden mundial hegemónico sin polvos y desodorantes; además, cree combatir la inclemencia del cambio climático al no usar productos contaminantes que representan un lucrativo negocio en la economía de mercado, como el cepillo de dientes de bambú que vende Colgate en las diferentes farmacias y tiendas de cadena.
Pasamos de la revolución a la resistencia, y de la resistencia al cambio individual; una suerte del yo como proyecto, el yo como única forma de lograr cambios en nuestros entornos (locales si es mejor); una revolución narcisista donde lo único que importa es el bienestar individual en detrimento de aquellos proyectos sociales colectivos que buscaban mejorar las condiciones de existencia de la humanidad; pasamos del nosotros, al yo como única condición de transformación.
La desesperanza que se genera al no lograrse consolidar el yo como proyecto, como éxito, conlleva a la depresión y al suicidio. La salud mental se convierte, a su vez, en un negocio complejo de difícil acceso para las mayorías. El suicidio se consume no como objeto, sino como subjetividad, como posibilidad única de escape de la sociedad. Marx ya nos había advertido que en el sistema de producción capitalista todo es susceptible de convertirse en mercancía. El auto-flagelo y la violencia contra nuestra existencia, nos convierte en productores y consumidores permanentes de la decadencia y la muerte.
La izquierda individualista no escapa a estos vejámenes, como tampoco escapa a ser cómplice de lo que padece gran parte de la población. Sus pretensiones desde el aquí y ahora no permite crear las condiciones para forjar un proyecto transformador, colectivo; que nos devuelva del yo al nosotros. La esperanza de un proyecto de sociedad futura sigue vigente, donde realmente se logre enaltecer en su máxima expresión la condición propia de ser humanos.
«Nuestra tarea es la crítica despiadada, y mucho más contra aparentes amigos que contra enemigos abiertos»: Carlos Marx