Tengo la convicción de que este Partido tiene un potencial de crecer, fortalecerse y convertirse en un actor político clave en el desarrollo de la transformación social que se avecina en el país; pero solo lo logrará si puede desprenderse del negacionismo y la terquedad en que hemos caído (aquí también hago mea culpa). Creo que no solo podemos hacerlo, sino que en honor a los cientos de militantes asesinados tenemos la obligación llevarlo a cabo.
En las pasadas elecciones del 13 de marzo, no aumentamos el número de votantes. Este disminuyó. De 52.499 votos al Senado en el 2018, pasamos a 31.116 votos en el 2022 (24.000 según el escrutinio oficial). ¿Por qué? Muchos análisis se pueden hacer y se han hecho, pero la mayoría apuntan a causas externas que son absolutamente reales y significativas: ha existido un genocidio orquestado por actores armados de distinta índole, sumado a la perfidia del Acuerdo de Paz que es innegable, y cómo obviar la profunda estigmatización de los medios de comunicación, de los partidos políticos de derecha, de centro y lastimosamente, también, de la izquierda. Esto es cierto e indiscutible. El problema está en que dicho análisis exógeno ha servido para invisibilizar las causas internas de la crisis en que estamos, y de paso las posibles soluciones.
Con los resultados obtenidos, distintos actores políticos han vaticinado «la muerte política de Comunes». Yo no creo que sea así. Tengo la convicción de que este Partido tiene un potencial de crecer, fortalecerse y convertirse en un actor político clave en el desarrollo de la transformación social que se avecina en el país; pero solo lo logrará si puede desprenderse del negacionismo y la terquedad en que hemos caído (aquí también hago mea culpa). Creo que no solo podemos hacerlo, sino que en honor a los cientos de militantes asesinados tenemos la obligación llevarlo a cabo. Así, creo que el rumbo del Partido Comunes depende de las acciones que tome respecto a tres aspectos: en relación con la crítica, o respecto al Pacto Histórico, y frente a la concepción de militancia.
Repensarnos el principio leninista de la crítica y la autocrítica
«Es que eso de pasar de las armas a la política nos ha pegado muy duro», me decía un camarada que perteneció al Frente 21. Creo que tiene razón. El tránsito de hacer política por medio de la subversión armada a hacerla en el contexto de la democracia (neo)liberal ha generado un conjunto de tensiones que se nos ha sido difícil superar. Yo quiero apuntar una que nos puede dar luces del asunto: la concepción de centralismo democrático.
Si existe una herramienta que haya permitido a la organización guerrillera, a pesar de sus pocos recursos físicos y militares, enfrentarse con dignidad al Estado Colombiano (fiel aliado de la política imperialista de los EE.UU.) ha sido su capacidad de resolver un problema propio de toda organización revolucionaria: la tensión entre jerarquía y deliberación. No obstante, transitar a la política electoral debió habernos permitido entender que, si bien en la guerra era necesaria darle un mayor acento al centralismo que a la democracia, en esta nueva etapa habría que darle más peso a la democracia que al centralismo.
Las críticas y autocríticas recibidas dentro de nuestra organización ya no pueden remitirse al argumento de autoridad (cosa que en el pasado era necesario, pues de lo contrario hubiese sido altamente riesgoso para las operaciones militares). La organización debe permitirse los mayores espacios posibles de discusión, de disenso y consenso. Hemos perdido valiosos camaradas, y es común escucharles un argumento generalizado: no sentirse escuchados.
Estoy seguro de que el partido ha intentado avanzar en ese camino, pero es necesario entender que necesitamos más democracia. Lo que ha pasado con Victoria Sandino hubiese podido solucionarse en espacios de discusión amplios y respetuosos. El hecho de que personalidades como Jairo Estrada, David Flórez, Julián Conrado, Alexa Rochi y otras y otros camaradas se encuentren distantes o de plano estén en otras latitudes políticas, es un hecho que debe llamarnos la atención. En el caso del Tolima, donde ejerzo mi militancia, ha sido un golpe muy duro no contar con la militancia del histórico comandante Giovanny, quien se ha sentido más cómodo en la UP.
Yo sé que estas palabras pueden herirnos en nuestras susceptibilidades, pero os pueden permitir entender que en algo estamos fallando. La derecha lo sabe y no deja de aprovechar el asunto para atacarnos y acompañar su esfuerzo genocida con la celebración de nuestras rupturas. Nuestra falta de capacidad de tramitar estas rupturas será funcional a la derecha.
Un Pacto con las gentes del Común
Es supremamente lamentable que, a nivel nacional, dirigentes del Pacto Histórico se encuentren en la tarea constante de marginarnos del espacio político y de transformación que representa ese programa. La no inclusión de Imelda en la lista al Senado demuestra ese desprecio. Pero, el Pacto es más que Petro y esos dirigentes. Creo que es posible unirnos a ese Pacto, no con quiénes lo dirigen, sino con las gentes del Común.
Doy como ejemplo el caso de Ibagué y el Tolima. Aquí el Pacto Histórico tuvo como eje articulador el trabajo del Partido Comunes, y promovimos la candidatura a la Cámara de Representantes de la profesora Martha Alfonso. Sin vergüenza, sin marginaciones, sin escondernos. Sacando nuestras banderas y nuestros logos, pero sobre todo nuestras ideas y nuestras formas de hacer política, hicimos parte de esa campaña que resultó victoriosa. De paso pudimos fortalecer nuestro trabajo militante. Ejemplo de ello fue la hermosa reunión de campaña que yo, entre otros grandiosos militantes, sacamos adelante para apoyar la campaña de Martha Alfonso a la Cámara y de Laura Vega al Senado, con personas de los asentamientos humanos (invasiones como los llama la derecha fascista que gobierna el Tolima) que no habían nunca militado en nuestras filas pero que con orgullo pedían que les diéramos una cachucha, un buso, una bandera con el logo de comunes. Se sentían identificados con nuestro proyecto, y con nuestro liderazgo. Creo que el camino es hacer presencia en el Pacto Histórico, pelearnos y ocupar nuestro espacio político (como diría el camarada Carlos Lozada), y guerrearla, como siempre lo hemos hecho.
Ahora seremos bancada de gobierno si logramos entender el papel histórico que nos compete en las elecciones a la Presidencia, lo cual puede representar, entre otras cosas, la materialización de lo ordenado por la Corte Constitucional en sentencia SU-020 de 2022 que declaró el estado de cosas inconstitucional por las pocas garantías dadas a los firmantes de paz. En mi criterio profesional, creo que es posible hacer una modificación del correspondiente Acto Legislativo para que el partido Comunes pueda mantener sus curules por cuatro años más.
Identidad y comunicación: las nuevas militancias
Más de 60 años de lucha no pueden simplemente invisibilizarse por el discurso acomodaticio de algunos, o por las simpatías vergonzantes de otros. Podemos y debemos mantener en alto el orgullo del trasegar histórico de esta lucha. No obstante, es necesario comprender que hoy la política y el poder se mueven en torno a la comunicación. Comunicación y poder es una dinámica que aún nos falta comprender por completo. Pero creo que poco a poco ha dado frutos, y los seguirá dando si reforzamos nuestro trabajo en la necesidad de explicar nuestro pasado (y presente) más allá de la estigmatización burguesa y del egocentrismo identitario.
El Consejo Local de Ibagué es una muestra de ello. La mayoría de sus integrantes no pertenecieron a las estructuras de la organización guerrillera, y los que sí (me incluyo) hicimos parte de estructuras clandestinas sin ninguna función militar. Pero todos se sienten profundamente comprometidos con el proyecto. Mary Luz Biscué, una líder indígena, víctima del conflicto; Naara López, una feminista y trabajadora asalariada; Shannon Carvajal, una artista plástica, todas militantes del Consejo Local de Ibagué, son muestras de esas nuevas militancias que, estoy convencido, son el soporte del Partido que vamos a construir. Allí deben centrarse nuestras fuerzas. Seguramente hay muchas ideas más que aportar, y de las aquí planteadas habrá muchas críticas, sobre su forma y contenido; pero quería, como dijo Rosseau, «decir cada cosa como la siento, como la veo, liberándome a la vez del recuerdo de la impresión recibida y del sentimiento presente». Espero que las palabras de este simple militante puedan servir en la construcción del Partido que queremos.