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Cupones de comida en EE.UU. ¿Inversión social o gasto innecesario?*
Cupones de comida en EE.UU. ¿Inversión social o gasto innecesario?*

Aunque el programa está sujeto a un intenso debate dentro de la política estadounidense prácticamente nadie lo acusa de ser una medida ‘comunista’, tal y como sucede con programa similares implementados en América Latina. Ninguno de los dos partidos que rigen la política estadounidense proponen acabar con él


Cada año, EE.UU. destina decenas de miles de millones de dólares del presupuesto nacional a su programa de alimentos subsidiados para millones de familias en situación de vulnerabilidad. Un monto similar al PIB de países como Costa Rica, Panamá o Uruguay. Aunque el programa protagoniza acalorados momentos en el debate político, ni demócratas ni republicanos se plantean su desmantelamiento. ¿Qué es, por qué existe, cómo funciona y qué impacto tiene?

En la década de 1930, a raíz de del derrumbe financiero del año anterior, en EE.UU. se dio una situación paradójica: mientras millones de desempleados eran azotados por el hambre, muchos productores agrícolas perdían sus cosechas por no tener a quien vender su producción. Entonces, la Casa Blanca determinó que las personas en situación de vulnerabilidad podían adquirir unas estampillas, emitidas por el gobierno federal, con las que canjear alimentos excedentes como huevos, harinas o frijoles. Es decir, comida gratis para personas bajo el umbral de la pobreza.

Unos 20 millones de personas recibieron esa ayuda durante 4 años hasta que, tras el boom económico posterior a la Segunda Guerra Mundial, se redujo el desempleo y el excedente agrícola. Sin embargo, tras ese impulso, la economía estadounidense volvió a mostrar señales de debilidad y, en 1960, John Fitzgerald Kennedy se vio obligado a reactivar el programa. Así, el subsidio se convertía en ley federal y así sigue siendo desde entonces.

El presupuesto asignado y los requisitos para acceder varían según el año, dependiendo de las circunstancias del momento. Por ejemplo, tras la crisis de 2008, el costo del programa se dobló apenas un par de años. Una vez extinguida la onda expansiva del derrumbe financiero de ese año se redujo paulatinamente, aunque sigue superando por mucho los valores previos.

El programa establece una serie de condiciones para optar a recibir este beneficio. Actualmente, puede solicitarlo cualquier familia cuyos ingresos estén por debajo del 130% de la línea de pobreza. Por ejemplo, una familia de tres personas que gane menos de 2.400 dólares mensuales podría recibir cupones o una tarjeta electrónica con los que puede comprar alimentos por valor de unos 520 dólares en ese período. Cerca de 40 millones de personas fueron beneficiarios del programa durante el año 2018. Uno de cada seis niños estadounidenses reciben cupones a través de su familia.

Diversos estudios han demostrado beneficios a largo plazo como la prevención de enfermedades como la obesidad, la hipertensión y la diabetes. Además, también se ha comprobado que cada dólar gastado en este programa, en promedio redunda en casi el doble en actividad económica. También se ha observado el aumento del empleo en zonas especialmente marginadas donde se implementó.

De hecho, aunque el programa está sujeto a un intenso debate dentro de la política estadounidense prácticamente nadie lo acusa de ser una medida ‘comunista’, tal y como sucede con programa similares implementados en América Latina. Ninguno de los dos partidos que rigen la política estadounidense proponen acabar con él. El centro de la polémica está en la letra pequeña del programa. Los más críticos argumentan que la ausencia de controles estrictos promueven la pereza y la dependencia, mientras el gasto público se dispara. Otros señalan que, más de buscar una nutrición adecuada, el programa pasó a convertirse en un mecanismo de transferencia de ingresos.

Pero más allá de polémicas, algunos estudios apuntan a que la nueva realidad socioeconómica global, el programa no está condenado a desaparecer, sino más bien a quedarse corto. Cada año más familias caen en el umbral de la inseguridad alimentaria, a pesar de no estar compuestas por desempleados. Y, a pesar del gran tamaño del plan, la mitad de niños calificados para recibir el beneficio no lo perciben. De manera a que todo apunta a que lo que empezó como un parche temporal hace casi un siglo, cada vez se afianza más como uno de los pilares fundamentales del sistema económico estadounidense.

* Vídeo post de RT en Español del 22 de diciembre de 2021, transcrito por el Comité Editorial de Común y Corriente.

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