Los jóvenes no están quietos. El gobierno nacional lo sabe, Orozco lo sabe y no dejaran que el enano crezca. Día a día, las muchachas y los muchachos han aprendido la valía del accionar colectivo y han reconocido sus territorios. Los gobernantes necesitan contener esto, de lo contrario el Tolima puede colapsar. La fácil: invitarlos al diálogo nacional.
Iván Duque y sus aliados no están en su mejor momento. Las jornadas de protesta iniciadas el pasado 28 de abril los han lanzado a las cuerdas. De un rechazo a la reforma tributaria, la gente pasó a objetar varias de sus iniciativas de ley, a cuestionar su gestión en el contexto de la pandemia, incluyendo la realizada por algunos en los escenarios territoriales, y a rechazar el tratamiento represivo y violento de la protesta social. El gobierno nacional, los departamentales y algunos municipales están ante una turbulencia sinigual.
Ante esto y la demora de un acuerdo con el Comité Nacional de Paro, Duque ha optado por jugar otra carta: el diálogo nacional. En una especie de simulación democrática, el presidente ha lanzado una serie de convocatorias para renovar un consenso nacional entorno a una “salida” a la crisis que atraviesa el país. En este marco, él ha llamado a diferentes sectores sociales a conversar.
En Ibagué y el Tolima, el turno les ha correspondido a la juventud y a los estudiantes. A través de una invitación exprés, las liderezas, líderes y activistas juveniles y estudiantiles de la ciudad y el departamento han sido convocados a un encuentro denominado En el Tolima los jóvenes tienen la palabra. La Universidad del Tolima, como anfitriona, abrirá sus puertas “para el diálogo social, la concertación y la construcción de una agenda nacional que permita la superación progresiva y efectiva de las desigualdades sociales y potencie la aplicación del estado social de derecho y la libre e igualitaria implementación de los derechos humanos”, dice la invitación.
Sin anteponer la desconfianza, esto parece una iniciativa destacable y necesaria. Con ojos de malicia, esta invitación se inscribe dentro de la apuesta de Duque. No obstante, lo cuestionable no es que venga del presidente, sino que juegue como una forma de desacelerar el descontento social y popular. Por esta razón es abrazada por la dirección de la universidad y por quienes la avalan desde el edificio de la gobernación. Por medio de esta hay una oportunidad para mermar el despertar de una juventud consciente de su desesperanza.
Con excepción de los primeros días, Ibagué no ha sido un epicentro significativo en la dinámica nacional de protesta. Esto no quiere decir que no merezca de atención. Su ubicación geográfica es clave para el capital. Por las faldas de sus montañas pasa la principal arteria que conecta el sur-occidente del país con el centro y con el norte. A través de esta, centenares de materias primas y mercancías fluctúan diariamente. Así que su tránsito irregular significa unas pérdidas considerables para los dueños de esos importantes capitales.
En este sentido, el dialogo con los jóvenes y los estudiantes tiene sentido. Un traumatismo como el ocurrido a la altura de Ibagué o en Cajamarca en días pasados constituye una ofensa para quienes tienen intereses mercantiles en Colombia. Por ende, las aguas que parecen mansas toca contenerlas en miras de evitar su agitación, y el darle la palabra a los jóvenes es importante. Ellos son quienes han mantenido la llama de la protesta social y el descontento en la ciudad.
Algo similar ocurre en otros lugares del departamento y es necesario evitarlo. La juventud de Cajamarca se ha lanzado a la línea a expresar su malestar. En el Espinal el pueblito espinaluno ha sido testigo de una juventud que piensa. En el Líbano, una juventud pujante despuntó, como también lo ha hecho en Chaparral. Los jóvenes no están quietos. El gobierno nacional lo sabe, Orozco lo sabe y no dejaran que el enano crezca. Día a día, las muchachas y los muchachos han aprendido la valía del accionar colectivo y han reconocido sus territorios. Los gobernantes necesitan contener esto, de lo contrario el Tolima puede colapsar. La fácil: invitarlos al diálogo nacional.