Yenny-Mora-Lozada
Después de escarbar la memoria… Los Mártires de Ibagué y el teatro popular
«La construcción del Teatro Experimental –hoy en día el salón Cultural de Los Mártires– resultó (…) una experiencia emotiva por el esfuerzo colectivo que implicó».
Foto: Yenny Mora Lozada
Foto: Yenny Mora Lozada
Después de escarbar la memoria… Los Mártires de Ibagué y el teatro popular
«La construcción del Teatro Experimental –hoy en día el salón Cultural de Los Mártires– resultó (…) una experiencia emotiva por el esfuerzo colectivo que implicó».

Escribir sobre la memoria histórica implica un ejercicio arduo de recolección y reflexión junto a personas mayores. Este combina recuerdos difusos, anécdotas, silencios, miradas inquietas, manos vibrantes; y siempre un esfuerzo por contarlo todo. Los adultos mayores saben que no pueden guardarse una sola palabra, están en su última etapa de vida. Por esto, junto a un grupo de jóvenes universitarios nos adentramos en el barrio Los Mártires de la ciudad de Ibagué en busca de aquellas voces reivindicativas del pasado viviente.

Antes de la llegada del silencio, y en el transcurso de una mañana cálida, tuvimos la oportunidad de hablar con don Miguel Naranjo. Con más de 63 años en Los Mártires, él fue testigo y gestor de su formación. A través de su testimonio, dio a conocer ante nuestros micrófonos un par de relatos sobre lo que fue la construcción del barrio y, en especial, del nacimiento del teatro popular que allí se gestó hace más de cincuenta años.

Durante unas dos horas largas, estuvimos conversando con don Miguel. En un principio, se notaba un poco extrañado y perplejo al recibir en su morada a unos jóvenes universitarios interesados en conocer su historia de vida. Después de un par de anécdotas extra-micrófonos, se sintió en confianza y nos dio pie para grabar aquellos recuerdos que deseaba inmortalizar.

Inició contando que, para él, el barrió cambió absolutamente: «sí mucho existían quince casas», dice refiriéndose al año de 1958. Recalcó que la delincuencia no existía, había «Chusma» («bandoleros desconocidos que provenían de otros lugares»). Esto lo dijo para empezar a dar puntazos sobre aquellos esfuerzos y problemáticas que marcaron un contraste entre su pasado y su presente. Todo entre frases cortas y silencios largos. Los rezagos para recordar ya eran inherentes a su larga edad.

Luego de aquellos silencios apacibles, fue interesante conocer su procedencia. Él era un campesino desplazado por la violencia del año 58 en el departamento del Tolima, más precisamente de su antigua residencia localizada en tierras de San Juan de la China. Era indiscutible predecir que su sonrisa era cómplice del orgullo que sentía consigo mismo: él se auto reconocía y se asombraba de recordar lo difícil que fue tomar la decisión de empezar a vivir en un lugar en condiciones precarias; aceptar, quedarse y luchar por construir toda una vida desde cero.

Recordó sus noches en el incipiente barrio Los Mártires con lámparas de petróleo, casas en bareque, calles destapadas y demarcadas con cuerdas. Los lavaderos de ropa eran los ríos y los reposaderos de agua sus fuentes hídricas. Para él, todo lo que existe hoy en día es fruto del trabajo realizado por las generaciones de abuelos y abuelas, que –en su mayoría también desplazados– asumieron la creación y construcción del barrio. Este representa una experiencia de resistencia comunitaria.

La construcción del Teatro Experimental –hoy en día el salón Cultural de Los Mártires– resultó ser para don Miguel una experiencia emotiva por el esfuerzo colectivo que implicó:

«Por aquí estuvo Carlos Duplat. Ellos –Grupo Carreta Teatro– pensaban hacer una forma para un teatro: Teatro Experimental. Se hizo unas paredes de 40 centímetros en bareque, el techo de palma: se cogieron palmas de los alrededores del Tolima. Jorge Ali Triana y Carlos Duplat daban mucho ánimo para construir la caseta. Cojían un serrucho, una pica, una pala… aquí estuvieron presentes mujeres, niños, la Universidad del Tolima y su rector Néstor Hernando Parra. El teatro funcionó poco, filmaron una película que se llamaba el Río de la Tumbas, que representaba una crítica al gobierno. La gente del barrio salió en televisión».

Esta anécdota permite entrever el trabajo comunitario que marcó las generaciones fundadoras. A pesar de sus historias de desplazamiento en una época marcada por la violencia, encontraron un espacio para construir por cuenta propia sus viviendas, sus calles, sus servicios públicos, y, en especial, su Teatro Experimental. En este sentido, la Caseta Cultural nace al margen del pavor, y se impone como un escenario histórico resultado de la organización, valentía y fuerza popular.

Tiempo después que el reconocido Carlos Duplat hubiera sido protagonista en la consolidación de este recinto comunal, escribió un artículo sobre el teatro popular para la Universidad Nacional de Colombia. En este, él rescata y describe con más detalles la experiencia vivida en el barrio Los Mártires de Ibagué, respecto al salón cultural construido y la puesta en marcha de un teatro popular:

«Primero fueron simples reuniones del barrio, luego fiestas, más tarde armaron programas hechos con poemas que reflejaban sus problemas mezclados con canciones populares. Más adelante esas presentaciones se enriquecieron con algunos “números” –piezas cortas de teatro, al estilo circo, farsescas– y con danzas. Los poemas fueron teatralizados. Al cabo de un año de estar desarrollando esas presentaciones llegaron a la realización de piezas de teatro de larga duración –más de dos horas– de corte épico, por medio de las cuales contaban sus luchas por la tierra en el campo, los problemas de la adaptación del campesino a la ciudad, a la proletarización, y su lucha por la vida y por el pan».

La propuesta de teatro popular llevada por Duplat al barrio permitió a la comunidad identificarse tanto en el papel de artistas como de público. Con esto recreaban y comunicaban entre ellos mismos las problemáticas que les acontecía por medio de obras artísticas, las cuales sirvieron para construir representaciones sociales de su cruda realidad. De esta forma, el escenario posibilitó la construcción analítica y crítica de origen popular.

El telón del teatro popular dirigido a fortalecer la conciencia de clase en decenas de familias desplazadas, quedó en la memoria de Don Miguel y el escrito de Duplat. Al día de hoy este centro cultural olvidó sus raíces, pero conserva en gran medida su diseño fundacional. El majestuoso recinto conserva una fachada similar a una iglesia y al recorrer su interior se va encogiendo y dando forma a una venerable tarima.

Curiosamente, este escenario fue pisado por grandes artistas de la industria cultural en Colombia, y de protagonistas que, sin tener un Grammy, lograron disfrazarse de ellos mismos para cautivar y seducir un público exigente, el cual estuvo compuesto por vendedores ambulantes, albañiles, chóferes, amas de casas, niños y adultos mayores sin pensión.

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