Fernando-Vicente
De vuelta a las raíces. Utopía y Socialismo
«[…] el Socialismo fue vulgarizado, fue reducido a un asunto de prioridades sociales para el Estado».
TOMADO DE: FERNANDO VICENTE
TOMADO DE: FERNANDO VICENTE
De vuelta a las raíces. Utopía y Socialismo
«[…] el Socialismo fue vulgarizado, fue reducido a un asunto de prioridades sociales para el Estado».

Una aproximación al Socialismo es la temática del presente artículo. En un esfuerzo de síntesis, las líneas siguientes recogen unos apuntes sobre su esencia, sentido histórico y algunas de sus principales características; además, esboza unos cuantos desafíos a los que se enfrenta. Aunque es un asedio a un tema vasto y complejo en la actualidad, constituye una ruptura con los lugares comunes de la resquebrajada izquierda del siglo XXI; su abordaje pretende volver sobre lo fundamental para proyectar una práctica revolucionaria con perspectiva estratégica e histórica.

El Socialismo (en oposición al Socialismo Romántico o Utópico) ha desvelado a quienes lo niegan y combaten como opción para las sociedades del presente. La hegemonía que ejercen les ha permitido desmeritarlo, marginarlo y resignificarlo; de hecho, la izquierda progresista vulgarizó al Socialismo a tal punto de reducirlo a un asunto de prioridades sociales para el Estado. En los países nórticos y algunos europeos los Estados priorizan lo social, pero no regulan o limitan los procesos de acumulación; estos no producen y reproducen un orden socialista; por ende, esos Estados y/o gobiernos cuya prioridad es lo social no son socialistas. El Socialismo no se define por la simple gestión de un conjunto de necesidades insatisfechas históricamente de amplios grupos sociales a través de la maquinara estatal; el Socialismo lo desborda, es una apuesta por una sociedad poscapitalista.

El Socialismo constituye un ideal de sociedad, de hecho la matiza al imprimirle unas cualidades especiales y distintivas de la sociedades actuales. A diferencia de las experiencias capitalistas, el Socialismo contempla la socialización de los excedentes del trabajo asalariado, de la renta sobre la tierra, del interés al préstamo de dinero y de los costos de cualquier transacción financiera; esto como condición y garantía del bienestar de las mayorías, porque dicha socialización debe conducir a la superación de las injusticias sociales; además, supone un cambio en la propiedad sobre los medios de producción y un tipo de Estado especial. En este marco, el Socialismo contempla el desarrollo planificado (en manos del Estado) y racional de las fuerzas productivas, lo cual debe redundar en la felicidad de la sociedad. Como ideal societal, el Socialismo vislumbra un nuevo orden desde lo político, económico y social.

Desde una perspectiva ortodoxa, el Socialismo es una fase necesaria en la superación de las contradicciones de clase. Si bien este implica un tipo de Estado, un o unos modelos económicos en sintonía con su esencia y un orden social específico; engendra el alumbramiento de una nueva cultura. El Socialismo por sí mismo no es una cultura nueva, es el camino por medio del cual es posible su gestación y formación. Esto en tanto una sociedad en marcha hacia la superación de las clases sociales requiere de unas nuevas generaciones desprendidas de los rezagos capitalistas, entre estos la competencia aupada por el individualismo extremo.

El éxito del Socialismo no reposa en experiencias locales, regionales o nacionales; reside en su consolidación a nivel global, continental o de bloque en contraposición al capitalismo. Una experiencia aislada o marginal es una apuesta desarticulada de un esfuerzo colectivo de orden internacional. El Socialismo implica una acción colectiva coordinada en muchos puntos, tanto en su construcción como en su defensa, sostenimiento y desarrollo.

En términos ideológicos y políticos, el Socialismo expresa la esencia de un horizonte de sentido. La identificación con este caracteriza la praxis estratégica y concreta de un sujeto revolucionario, lo cual incluye las medidas que impulsa o propuestas programáticas, así como sus repertorios de acción. Con respecto a otros, tanto los defensores abiertos como los solapados del orden capitalista, la adopción del Socialismo es factor de distinción; es un límite con ellos, sus planteamientos e iniciativas. Este ideal de sociedad constituye un referente de sentido que asegura proyección estratégica, coherencia en la acción, cohesión grupal y diferenciación.

El fuego de la historia no ha sido implacable con el Socialismo. Sus realizaciones, que estuvieron y están matizadas por ingentes esfuerzos y apreciables sesgos, enfrentan actualmente a este ideal societal con varios desafíos, a saber: ¿En qué medida la reivindicación de la condición humana es el centro del Socialismo? ¿Qué tipo de relación debe caracterizar a la naturaleza y la sociedad? ¿Cuán responsable es el Socialismo del desarrollo de las fuerzas productivas en los países dependientes? ¿Cómo gestionar las fuerzas productivas en contextos de dependencia científica y tecnológica? ¿Hasta que punto la independencia política de los países dependientes es determinante para el avance del Socialismo, o este puede y le corresponde resolver dicho problema? ¿Qué tiene que ver el proyecto de la Patria Grande y el ideario bolivariano con el Socialismo? Las respuestas a estas inquietudes no están a la mano, pero sin duda hacen parte del necesario trayecto que le corresponde transitar en el siglo XXI y, en especial, desde Latinoamérica.

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