«Un viaje es una oportunidad para conocer el mundo y un camino hacia lo más profundo del corazón. Hace 5 meses llegué a Cartagena de Indias, donde inicié un viaje por una parte de Colombia. Allí nació un proyecto artístico personal basado en la técnica del linograbado y orientado a generar un diálogo colectivo. Desde la necesidad de expresar mis emociones, compartir mis descubrimientos y experiencias, y de visibilizar, reivindicar y tejer resistencias desde los márgenes, concebí Arte Revuelto».
Con estas líneas, Marta Casasola presentó una apuesta artística un tanto singular en Ibagué. A finales del mes de abril, ella compartió la exploración de una técnica inusual en el espectro artístico de la ciudad: el linograbado. Un diálogo con la artista empírica permitió una exploración de esta técnica, como también de las motivaciones que la llevaron a explotar el linóleo, a imprimir sobre papel, a compartir sus creaciones e impregnarlas de un compromiso con algunas formas de resistencia y lucha del pueblo colombiano.
Juan Bermúdez: ¿De dónde vienes, Marta?
Marta Casasola: Yo vengo de Cataluña, una comunidad autónoma de España; es como un departamento, pero más pequeño. Nosotros tenemos nuestra lengua propia. En mi caso, el catalán es mi lengua materna, luego vino el castellano: mi familia paterna –que es del sur– habla castellano. Con lengua propia, Cataluña tiene su cultura propia, sus fiestas tradicionales, que no son las mismas que las otras regiones; sus comidas, sus maneras de relacionarse; además, es una región muy diversa, porque tiene desde costa hasta marismas (zonas de aguas pantanosas), y diversidad de pájaros; también tiene los pirineos que son unas montañas bastante altas.
El contexto político de Cataluña es particular, porque hay muchas personas que quieren independizarse de España. Junto con otras regiones, ellas han luchado por darle valor a esta identidad cultural (igual pasa en el país Vasco y en Galicia, que también tiene su lengua propia y su identidad). De hecho, en España hay muchas regiones que tienen su identidad, pero esto no ha sido gestionado bien. En medio de todo, Cataluña es una de las regiones con más propuestas alternativas en todos los sentidos, tanto en feminismo como en temas políticos, como en ecología. Allá hay mucho activismo.
JB: ¿Por qué llegaste a Colombia?
MC: Hace muchos años quería venir a América Latina. De pequeña me fascinaban todas las culturas ancestrales. A mí me ha gustado muchísimo leer. Tenía muchísimos libros en los que aparecían personas de todo el mundo. Eso despertó en mí una curiosidad inmensa por conocer todo eso. Mis juegos muchas veces eran viajes a otros países para encontrarme con esas personas desconocidas.
En la adolescencia me cerré bastante, lo que me produjo un poco de miedo salir a conocer. Desde los 20 años quería viajar, pero ya no sentía la valentía de pequeña. Por fortuna, el momento llegó y coincidió con las condiciones perfectas para viajar. Entonces, he venido a Colombia, como parte de un viaje más largo; porque quiero recorrer más países.
Fue un poco de casualidad empezar por aquí (Colombia). No tenía claro donde quería iniciar. Hablando con una amiga que nació aquí, me recomendó cien por cien que empezará en Colombia, también por el trato de la gente. Así o hice y le he tenido que dar la razón.
JB: ¿Por qué Marta Casasola?
MC: En mi familia no somos todos iguales, también somos casa-sola. Creo que hay una parte cultural importante. Nosotros no somos tan abiertos, aunque solemos en los momentos de comida compartir mucho. Para nosotros la cena es un momento para conversar. En otras cosas la dinámica es distinta: cada uno va por su lado. En mi caso, ese encerramiento me ha permitido volver sobre mí, descubrirme.
JB: ¿Hace cuánto llegaste, qué recorrido has hecho y que ha sido lo más destacado?
MC: A Colombia llegué hace 5 meses, en noviembre del año pasado. Todo inició en Cartagena, de ahí fui a la Guajira, luego a pasé por Cundinamarca y actualmente estoy en Ibagué-Tolima. Después iré al Huila.
Los paisajes y los ecosistemas, como también la diversidad ha sido impresionante. Yo no era consciente de esto hasta cuando llegué y me percaté de que cada zona tiene una belleza natural increíble y muy diferente. No solo sabía. Después me informé y me di cuenta que Colombia es uno de los países con más diversidad de ecosistemas del mundo. Al principio me impresioné mucho, porque son cosas que no había visto nunca en mi vida: un árbol tan grande, una hoja tan grande, los animales que no había visto, las flores, los sabores de las frutas…
A nivel más personal, me he quedado muy sorprendida con la gente. Las veces que me he relacionado con algunos me han hablado mucho de política. Las personas tienen heridas abiertas con relación al conflicto armado y con respecto al colonialismo. Asimismo, me ha llamado mucho la atención que la gente se abra tanto para compartir. Las personas suelen explicar su vida, que a veces me parece muy fuerte; pero creo que es algo único.
JB: ¿Cómo surge Arte Revuelto?
MC: El viaje lo inicié aspirando a encontrarme. Antes de empezarlo, sentí la necesidad de identificar lo que me gusta, lo que me hace sentir bien, lo que me conecta, lo que me hace expresar. A lo largo del viaje, en una libreta, hice anotaciones y un dibujo, de vez en cuando, para explicar lo que me pasaba. En medio de esto, me vino el recuerdo de unas gubias que tenía mi madre en la casa y que había usado alguna vez (justo antes de venir había hecho un grabado pequeñito para la asamblea en la que participo). Esto despertó las ganas de volver a hacerlo y consideré que era una buena forma de pasar momentos conmigo durante el viaje y también de poder compartir con algunos. Así empezó Arte Revuelto, con algo pequeño (unas postales).
JB: La técnica… ¿Cómo te acercas al linograbado?
MC: Las herramientas las tenía en casa: una gubia, un rodillo y un poco de tinta. En la escuela, de pequeña, en primaria, una vez hicimos linograbado. De hecho, el que hice lo tengo en casa. Sin embargo, no lo recuerdo. Yo sé que lo hicimos y un día hablando con una compañera me dijo que lo habíamos hecho en clase. También, sé que mi madre había trabajado el linograbado, porque en la escuela de ella lo habían utilizado alguna vez.
El año pasado, para el cumpleaños de quien era mi pareja en ese momento, le hice un dibujo. La experiencia llevó a cortarme. Cuando imprimí hice muchas pruebas y no salían bien. La aplicación de la tinta debía tenerla muy en cuenta. Aun así salió más o menos.
Con base en esta experiencia, me puse a investigar un poquito para ver qué cosas podía mejorar. Ahora que he experimentado he mejorado un poco. En Ibagué, logré imprimir con prensa y he logrado unos trucos para hacerlo mejor. El trabajo con el linograbado es de ensayo y error. Yo necesito probar más y aprender más. Desde la primera que hice veo un cambio fuerte. Lo único que había visto antes eran resultados, pero nunca alguien quien lo hiciera. En el activismo se emplea bastante. Tengo una amiga que en su casa, con compañeras activistas, también lo usan. A mí me tocó partir con los recuerdos que tenía.
En mi familia, mi abuelo diseñaba sobre ropa. Él trabajaba los tejidos. Mi tío es cartógrafo. Él se ha dedicado al dibujo. Mi madre siempre ha hecho un montón de actividades manuales. En ese sentido he tenido mucha influencia, no de la técnica del linograbado, pero sí de otras.
JB: Con tu llegada a Colombia has explotado la técnica del linograbado. A lo largo del tu viaje has hecho varias piezas. Hace poco presentaste unas en Ibagué. ¿Qué me puedes decir de esta experiencia y de esos trabajos?
MC: Las piezas que compartí me ayudaron a ir quitando una coraza. Para mi mostrar lo que estoy haciendo de una forma más artística, más creativa, es un paso muy importante. Este lleva un recorrido personal muy largo detrás, tanto de crecimiento como de seguridad. Mostrar una creación propia es como desnudarse. Hace unos años no hubiera sido capaz.
JB: ¿Qué temáticas exploraste en las piezas que presentaste?
MC: Los temas que abordé están muy relacionados con lo que he conocido en mi viaje por Colombia. Una parte estuvo dedicada al reconocimiento de lo ancestral, lo místico. También, hay otra se enfocó en las luchas campesinas y en la soberanía alimentaria, que es algo que he venido tratando desde hace algún tiempo, no desde lo artístico, sino desde la acción: con mi propio huerto y a partir de la colaboración con otros proyectos con las mismas características. Una parte final estuvo centrada al transfeminismo, que es algo en lo que he venido trabajando hace un tiempo, porque soy activista y me gusta expresarlo.
JB: ¿Hasta qué punto el linograbado es una técnica para ejercer la resistencia?
MC: Una puede convertir cualquier actividad en una forma de activismo. Por ejemplo, se puede pintar un mural en cualquier pared para enunciar la venta de un lote, como también para presentar a una mujer floreciendo acompañada de un mensaje más comprometido.
A propósito del grabado, este se ha usado en el activismo. El hecho que sea una impresión manual le da mucho poder. El activismo contempla una lucha contra lo corporativo, lo mecánico, lo capitalista, lo repetitivo. Entonces, esto es mucho más simbólico, porque es único.
Evidentemente, se puede repetir una pieza a partir del linograbado, pero se puede hacer de forma manual, en grupo, en un taller en el que participan varias personas. Para mí tiene mucho sentido que la técnica sea esta y descubrirla fue un regalo. Es verdad que hay otros trabajos puramente artísticos. Hay autores como Picasso que lo usaron y no un con fin comprometido. El linograbado da para convocar a otros colectivos, juntar rebeldías y hacer arte revolucionario, arte de la resistencia.