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Hambre de educación, la huelga que llevó a la «Matricula 0» en la UT
La «Matricula 0» en la UT no fue una gestión institucional, fue una conquista ganada con hambre, sueño y esperanza.
IMAGEN: CAMILO TORO
IMAGEN: CAMILO TORO
Hambre de educación, la huelga que llevó a la «Matricula 0» en la UT
La «Matricula 0» en la UT no fue una gestión institucional, fue una conquista ganada con hambre, sueño y esperanza.

El 15 de julio de 2020 inició una protesta sin precedentes en la historia de Ibagué y el Tolima. Un grupo de jóvenes de la principal universidad pública del departamento (la Universidad del Tolima), incluyendo un egresado, protagonizó una huelga de hambre. Durante siete días, levantaron una noble exigencia: «Matrícula 0» para las y los estudiantes de la UT.

Juan Carlos Galindo Guzmán fue uno de sus protagonistas. En ese momento, él era estudiante de los últimos semestres de la Licenciatura en Ciencias Sociales, líder e integrante de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU-Colombia) y de la Agencia Estudiantil de Prensa (AEP). Su organización, la AEP, lo entrevistó después de finalizada la huelga; esto con el fin de reconstruir un episodio significativo en la historia reciente de las luchas estudiantiles de la Universidad del Tolima.

A la fecha, esa entrevista constituye un ejercicio de memoria y es evidencia de un esfuerzo colectivo, no es el resultado de la voluntad de la dirección universitaria y del gobierno de Ricardo Orozco, como fue presentado en su momento. Por esto, a continuación, reproducimos el intercambio entre la AEP y Juan Carlos. Aunque circuló entre tres partes, compactamos todo en un solo texto en procura de brindar un panorama –desde el ángulo del entrevistado– sobre la batalla librada por una conquista trascendental para el estudiantado de la UT.

¿Cuál o Cuáles fueron los orígenes de la huelga de hambre por la «Matrícula 0» para los estudiantes de la UT?

La huelga de hambre nació en una conversación, que incluyó a las personas del campamento estudiantil que en la universidad del Tolima se estaba desarrollando. Con el egresado Juan Camilo Tibaduiza dialogaron y le pusieron hora y fecha a la huelga. A mí me llamaron y me dijeron que si iba a ser parte. Yo de una vez accedí.

¿Por qué una acción de ese tipo y no otra?

La huelga de hambre tiene más impacto que cualquier otra acción violenta, como cuando Gandhi hizo su huelga de hambre […] La huelga, creo, tuvo una repercusión grande, porque puso a hablar a todo el mundo, pero no de una manera déspota. Un tropel siempre va a ser mal visto, porque los medios de comunicación siempre van a decir «ahí están los vándalos». En esta ocasión no pudieron decir eso, porque ni siquiera fuimos capaces de vandalizar el edificio donde nos ubicamos. Así, la huelga puso a hablar bien a la gente.

Usted ¿Cómo terminó involucrado en la huelga de hambre?

Yo sabía que la huelga se iba a hacer. Nunca había contemplado la obligación moral de asistir a ella. Yo sabía que iba a ayudar, pero no en qué. Creía que iba a hacer en materia de logística.

Uno o dos días antes, Juan Camilo me llamó, me informó que él iba a asistir a la huelga de hambre y me dijo que si yo me le iba a unir… Eso fue motivador: que una persona egresada se uniera a esta acción para exigirle al gobierno que diera el dinero, fue algo que me motivó a unirme.

El día anterior al inicio de la huelga fue difícil emocionalmente. Yo estaba en el Espinal y había dicho que sí, pero no sabía ni cómo iba a viajar a Ibagué. Todo el día me la pasé con zozobra y sin poder dormir. La noche fue igual. Yo me quedé en la casa de Juan Camilo. Al día siguiente salimos a las 5:30 a.m. hacia el punto acordado con los demás pelados. Allá desayunamos. El desayuno fue una Coca-Cola y una torta de carne. Después nos fuimos, nos sentamos, nos amarramos e iniciamos la huelga de hambre.

¿Cuánto tiempo estaba dispuesto a aguantar?

Estaba dispuesto a ir hasta las últimas instancias. Era un tema complicado, porque lo primero que nos dijeron los médicos era que «no nos podíamos descompensar del todo, tengan en cuenta que se está en medio de una pandemia, que sus cuerpos van a estar débiles; entonces, esto puede ser algo complicado». ¡Bueno! Yo estaba mentalizado y dispuesto de ir hasta cuando el cuerpo me aguantara […].

¿Cómo fue el primer día de la huelga?

El primer día creo que fue el día más difícil, porque es el día primero en el que se rompe ese hielo mental al decidir si o no. El día anterior, como ya lo mencioné, estaba un tanto psicosiado, zozobrado: esto era una acción muy diferente a las formas de pelear que de alguna manera yo he llevado en la universidad; esto no era una marcha, no era ir a gritar consignas, no era un debate; era una cuestión más simbólica. Tuve un tanto de miedo el primer día. Fue complicado, la verdad.

Llegamos allá a sentarnos literalmente al rayo del sol. Como la acción no la conocía mucha gente, no se sabía nada; fue a la intemperie, en la calle. Lo diferente a las demás huelgas fue eso. Esa de pronto puede ser una diferencia entre nosotros y los otros huelguistas de las otras universidades que lo han hecho dentro de estas. Nosotros lo hicimos en la calle y fue complicadísimo. Lo primero que nos dijeron fue tómense el edificio, y pues como nosotros pensábamos realizar algo pacifico […] por eso tampoco violentamos el edificio ni nada, solo ocupamos la entrada. Los mismos guardias del edificio pueden dar cuenta que nosotros no hicimos ningún tipo de vandalismo. La noche fue otro cuento, fue compleja por el frío […] En materia de salud fue el más relajado porque teníamos todas las energías puestas.

¿Cuáles fueron las reacciones de sus compañeros y demás estudiantes cuando ya era de conocimiento público que usted y los demás muchachos estaban en huelga de hambre?

La reacción fue emotiva y en cadena. Fuimos testigos de cómo la gente se solidarizó. Los que estaban en Ibagué llegaron con su granito de arena y los que no, desde las redes, compartieron e inundaron todo lo que podía ser de la alcaldía, la gobernación y la administración de la universidad. Con cualquier cosita que se publicaba, ellos inundaban las redes con la consigna de la «Matrícula 0». Por ese lado la reacción de los compañeros fue grata.

La gente siempre estuvo apoyándonos. La gente que incluso no era de la universidad se solidarizó con nosotros. Todos los días nos llevaban algo: agua, suero; nos aplaudían, pitaban. Eso fue algo que en realidad subía la moral. Incluso, hubo gente que llegaba a conversar con nosotros y a decirnos «hasta los puntos que tiene que llegar el estudiantado para poder estudiar…».

El primer acercamiento con las directivas universitarias, ¿Cómo fue?

Si no estoy mal, la primera persona que llegó a la sede de Los Ocobos fue el director de Bienestar Universitario. La verdad no recuerdo el nombre del profe. Él llegó con los médicos de sección asistencial. Ellos nos valoraron y nos dijeron que por la tarde iba a llegar el profe Alirio (el Vicerrector de Desarrollo Humano). En la tarde, llegó él; llegó con el Vicerrector Administrativo y llegaron los vicerrectores con el secretario general.

Lo primero que nos dijeron fue que cuidado con el edificio. Prácticamente, les interesaba más el edificio que la salud de los estudiantes. Sin embargo, es algo entendible. Nos dijeron que el edificio era una copropiedad, entonces era una obligación cuidarlo y creo que ese también fue un propósito de la huelga: no dañar el edificio. Creo que en ese sentido cumplimos.

Sobre las 3:00 p.m. hablamos nosotros, les dijimos que las exigencias estaban claras y que la huelga de hambre se levantaba el día que dieran el dinero. Ellos nos dijeron que estaban dispuestos a dialogar. La universidad siempre estuvo dispuesta a dar la matrícula 0, teniendo en cuenta que ellos también son beneficiarios. Nosotros le dijimos que queríamos conformar un comité de matrícula cero del cual ya teníamos unas personas.

Ellos nos preguntaron «qué necesitábamos». Nosotros les pedimos los mínimos vitales: el Internet, la energía eléctrica y pues el baño, porque el primer día no teníamos baño. Era muy complicado no poder ni siquiera ir al baño a orinar, sabiendo que estábamos tomando agua y suero. Ellos dijeron que nos iban a gestionar eso, pero que el edificio no se comprometía a que lo abrieran.

Al otro día, quedamos de hacer una reunión a las 8:00 a.m. Creo que con la administración, la primera vez fue algo consensuado y rápido. Llegamos a los términos fácil y no podemos decir que fue difícil.

¿Qué tal juzgaron la disposición de la dirección universitaria con la exigencia de la Matrícula Cero?

Del profe Alirio no tengo mayor reparo. Creo que él fue una de las personas que estuvo más al pendiente junto con el director de Bienestar Universitario. Con el rector si hubo muchos problemas, pues un hombre que dice que es especialista en Derechos Humanos y no es capaz de hablar con sus estudiantes que están en huelga de hambre por una causa justa y noble, deja mucho que decir y pensar; además, salir a decir que lo único que le importaba era que estábamos rompiendo las medidas de bioseguridad y que por esto la universidad debía pagar 20 millones, creo que es algo complicado y complejo por parte del señor rector. ¡Pero bueno! A la final sabíamos que en el discurso oficial no íbamos a quedar bien vistos, por eso nos tocó hacer el discurso propio para poder decirle a la gente que la matrícula 0 no fue por parte de ellos, sino por una lucha mancomunada del estudiantado y la sociedad Ibaguereña. Entonces, creo que la disposición de la administración no fue la mejor. Si bien –como lo dije– no tengo reparos frente al profe Alirio, pero de resto nadie más se pronunció. Creo que los que se pronunciaron fueron muy poquitos. Incluso, hubo profes que ni sonaron ni tronaron. Creo que en ese sentido si es lastimoso que haya gente que guarde silencio aún, de pronto por miedo de perder su puesto o porque haga cogobierno en la universidad con la administración, como el caso de ASPU que no dice nada: no se pronunció y probablemente no lo haga.

Usted y sus compañeros en huelga, ¿Qué opinaron frente a las opiniones del gobernador sobre la viabilidad de la Matrícula Cero?

Los comentarios hechos por la gobernación y el silencio que guardó la administración de la universidad no fueron muy bien recibidos. Frente al silencio, creo que todo el mundo decía «venga, a esta gente qué le pasa, por qué no se pronuncian, por qué no dicen nada, no les interesa…». Y pues el último día cuando el rector sacó en su cuenta de Twitter: «Trabajamos en silencio y sin busca de protagonismos», fue un golpe durísimo al movimiento estudiantil, porque él sabía que nosotros estábamos ahí, pero aun así desconoció la acción. Una frase de esas no le queda nada bien a una persona que ocupa el cargo más alto en una universidad. Es complicadísimo que hable de la misma manera que habla el Gobernador. ¡Pero bueno! Sabemos que son del mismo partido y que hacen cogobierno en la universidad, entonces no esperábamos menos.

El fin de semana del 20 de julio, ¿Qué tal estuvo?

Ese fin de semana fue eterno. El toque de queda, yo creo, lo estaban haciendo también para matarnos psicológicamente, porque los días antes de ese fin de semana, lo que fue miércoles, jueves y viernes, la gente logró estar en el campamento hambre de educación (así le decíamos de manera jocosa). Las personas se podían quedar esos tres días hasta las 9:30 o 10:00 p.m.

El sábado que salió el toque de queda a las 7:00 pm. cambió toda la dinámica. Las noches eran más largas y pues nos pasó de todo. El sábado tuvimos cuatro percances. Desde las 5:30 p.m. la gente se empezó a ir y quedamos los huelguistas y tres personas más. Después llegaron personas sospechosas. Por ejemplo, llegó un muchacho –no recuerdo el nombre de él– a mirar todo y a decir que él era primo mío, que quería saber cómo estábamos; que él era hijo de un primo que se llama Alex, supuestamente que es un primo mío. Yo le decía: ‘mano yo no conozco ningún Alex’. Entonces, desde ahí nos empezó a causar desconfianza. Además, la forma en la que estaba vestido, todo de negro con una capucha… eso fue difícil. Las personas de Derechos Humanos lo persiguieron. ¡Bueno! En fin… y a dos cuadras en la plaza de Bolívar lo recogió una moto y se lo llevó. Con esto empezaron los hostigamientos.

Al rato llegaron unas escobitas que nunca se acercaban. Lo curioso es que tenían el corte bajito y no estaban sudando, llevaban las escobas pero no el carrito dónde recogen la basura. Ellos llegaron a preguntarnos cómo era la cuestión de la guardia, a qué hora hacían los cambios de turno… unas preguntas muy puntuales y no preguntaron nada sobre la huelga. ¡No! Llegaron a preguntar por el cambio de guardia, por cuántos se estaban quedando. Afortunadamente, los pelados que interlocutaron con ellos supieron persuadir la conversación y le contestaron que había 25 personas haciendo la guardia, que ellos no dormían sino que pasaban derecho para estar pendientes de los huelguistas (cosa que también era mentira). A esa gente se le salió por la tangente.

Luego de esto pasó una situación con una chica en condición de calle. Nosotros decimos que la policía la llevo hasta allá correteada, porque supuestamente la cogieron robando en Belén y fue a dar al campamento. Ahí se interlocutó con la policía y con la chica, y se le dijo que ella no se podía quedar ahí. Los manes se fueron y a ella se le dio agua. Luego salió y se fue también. Nosotros dijimos que era enviada o había sido premeditado por parte de los policías.

A las 3:00 a.m. del día siguiente llegó el famoso «policía amigo», como le colocamos de manera jocosa, a decirnos que él también quiso estudiar pero que no pudo: «muchachos estén pendientes porque los van a levantar, los van a coger, ustedes apenas terminen de hacer la huelga los van a buscar, porque eso es lo que están hablando». Entonces, los pelados que interlocutaron con él quedaron como «usted porque nos viene a contar eso». Le colocamos el policía amigo.

En el día la policía llegó a molestar. Ellos estuvieron ahí siempre con nosotros más que cuidándonos, pendientes de qué estábamos haciendo. También llegaron a intimidar la gente. Decían que iban a mandar el ESMAD para que no cerráramos la vía. ¡Bueno! Una serie de cosas que sucedieron ese fin de semana larguísimo. Creo que fue muy complicado, porque pues las calles en Ibagué se veían solitarias.

El martes 21 de julio no había una claridad de parte de la dirección universitaria ni de la gobernación sobre la exigencia de la huelga. Ante este silencio, ¿Qué consideraron ustedes?

El lunes en la noche salió un video del gobernador hablando sobre la matricula cero. Creo que eso fue un espaldarazo a la moral. Sin embargo, todo el mundo estaba a la expectativa del miércoles con la reunión que este señor dijo que iba a hacer. Por ende, el martes fue un día complicado, empezando porque la ley (la policía) llegó a levantar a la gente que estaba acompañándonos. A nosotros, nos tocó intervenir por ellos. Afortunadamente, también había gente de Derechos Humanos. Entonces, no pasó a mayor esa acción.

Con el anuncio del gobernador, debatimos lo que podía pasar. Si no daban los seis mil millones de pesos «qué vamos a hacer», fue la pregunta más difícil que nos hicimos. Después, nosotros decíamos… el miércoles ellos se van a reunir y dirán que estudiaron las cifras y que van a mirar si se puede sacar el dinero de esas partes que estudiaron. Para nosotros, esto significaba otro fin de semana. Sin embargo, la idea era seguir hasta donde pudiéramos y hasta donde aguantara el cuerpo. Entonces, el martes fue muy difícil, fue agotador; porque estábamos con la zozobra sobre qué podía pasar el miércoles. Nos tenían muy preocupados. La mayoría de la gente decía que iba a ser muy difícil eso de los seis mil millones de pesos.

¿Cómo recibieron el anuncio de la gobernación que comprometía un dinero considerable para garantizar la matrícula de los estudiantes de la UT para el semestre B?

El miércoles a las 7:30 a.m. íbamos a hacer el plantón teniendo en cuenta que el gobernador y el rector se iban a reunir. Cuando íbamos hacia allá, alguien dijo «dieron los seis mil millones». Todos quedamos como atónitos, quietos. Creo que esa reacción fue la misma que tuvieron los chilenos que promovieron el «No» en el plebiscito para que Augusto Pinochet no se volviera a relegir y se acabara la dictadura en Chile. Nadie creía. Todo el mundo sacó los teléfonos para mirar la transmisión que el gobernador estaba haciendo y pues escuchábamos que decía «hoy es un día de gloria para el departamento del Tolima», porque también se vanagloriaban de la acreditación institucional de la UT. Aun así la reacción fue emotiva. A mucha gente se le salieron las lágrimas. Todos se empezaron a abrazar con todos y la gente que estaba al lado nos cogía y nos decía: «lo lograron muchachos, hoy tenemos educación por ustedes». Fue un momento muy bonito, pero fue de mucha rabia porque sabíamos que el gobernador estaba sacando pecho de algo que él no hizo. Nosotros sabíamos eso y creo que lo esperábamos. Gente que yo no conocía me escribió: «Juan Carlos, muchas gracias», me dijeron por Facebook. Tampoco sabía de dónde sacaron mi número, pero me escribían: «Juan-Ca gracias por el apoyo». Fueron sentimientos encontrados por la rabia que generaba el discurso del gobernador y todavía más rabia la que generó el discurso del rector. Pero bueno… como ya lo dije, lo esperábamos y tampoco nos sorprendió de a mucho.

Después de suspender la protesta, ¿Cuál es el balance que dejó la huelga?

Podría decirse que es positivo. Se logró lo que se esperaba: la consecución del dinero para suplir la matricula del estudiantado de la universidad del Tolima.

De igual manera, fue muy saludable el trabajo mancomunado. Yo siempre le dije a los compañeros y a las compañeras que estuvieron con nosotros llevándonos de la mano a esta victoria para el movimiento estudiantil, que ellos jugaron un papel más importante que el de nosotros. Nosotros aguantamos hambre, cosa que no es fácil; pero, ellos también aguantaron frio, sol, sueño y hambre, ya que algunas veces no había comida. Entonces, ellos abandonaron sus estudios por irnos a acompañar y eso es algo que en el balance debe quedar. Rescatar este trabajo desde las diferencias pero con el mismo humor, puede llevar a conseguir cosas.

Creo que es muy importante ver cómo el movimiento estudiantil volvió a trabajar, de alguna manera, desde todas las limitaciones que la pandemia ha generado. Las limitaciones que tenemos hoy en día para movernos y para salir, pero aun así la gente demostró que se puede llegar a concesos mínimos y trabajar mancomunadamente para el beneficio de los estudiantes y de la comunidad universitaria. Entonces, creo que es rescatable esto: el ver cómo las organizaciones estudiantiles otra vez se volvieron a unir para mover algo y creo que lo más rescatable es cómo personas incluso ajenas al movimiento estudiantil llegaron.

Hoy dimos el primer paso para la matricula 0. Creo que tenemos que seguir caminando hacia ello. Ya lo decía Fernando Birri: la utopía sirve para eso, para caminar. Entonces, tenemos que seguir caminando hacia esa utopía; pero que no sea como él dice: que si camino dos pasos la utopía se mueve diez pasos, si no que la utopía en realidad la alcancemos, el sueño lo cumplamos y que cada vez más vayamos amarrándola.

[…]

Como huelguistas no fuimos los únicos que ganamos. Aquí ganamos todos y todas. Yo les agradezco, con toda el alma, a las personas que estuvieron al pendiente de nosotros, incluso a la gente que no conocemos pero que estuvieron muy atentos. Muchas gracias.

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