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Oposición, resistencia y contrapoder
Oposición, resistencia y contrapoder

La oposición, la resistencia, la rebeldía y el contrapoder son conceptos hermanos. Estos ofrecen un abanico de opciones para ejercer la condición de contrario en lo político. Infortunadamente, la “alternativa” terminó siendo la vergüenza de la familia. Sin embargo, el contrapoder ofensivo constituye otra forma de esta antítesis. En una perspectiva de disputa contra el orden establecido, este carácter ofensivo proyecta una resistencia al ataque. En la actualidad no basta con contener la hegemonía, es necesario anteponerle una contra-hegemonía de facto.


Oposición y resistencia han sido dos conceptos recurrentes en el ámbito de lo político. Con estos, los partidos y movimientos políticos, así como algunas personalidades y grupos contrarios a quienes detentan y abusan del poder se habían identificado. De hecho, esta adscripción funcionó sin mayor lio hasta la década del 90 del siglo anterior. El problema se presentó en pleno siglo XXI. La oposición y la resistencia no lograron recoger una opción de cambio y de poder. Por esta razón, los revolucionarios, los socialdemócratas y hasta unos cuantos demócratas se la jugaron por trascender estas denominaciones.

Inspirados en esta premisa, aparecieron variadas experiencias en diferentes latitudes. Independiente de las denominaciones, colores y símbolos que adoptaron, una parte optó, no sólo por pretender otro mundo, sino por forjarlo. Por la fuerza, con la movilización social de su parte, a partir de cambios constitucionales, desde arriba y recientemente desde abajo, algunos han hecho camino al andar. Otros, lamentablemente, se quedaron atrapados en un simple posicionamiento en contra de quien ejerce el poder, y a la expectativa de una fisura para actuar.

A parte de la oposición y la resistencia, la desobediencia, la rebeldía y el contrapoder afloraron en la praxis de varios movimientos y colectividades. En semejanza con un elástico, sus experiencias alargaron los significados de los conceptos iniciales a tal punto de dar cuenta de prácticas con un marco de referencia común, pero con algunas diferencias. En este sentido, una aproximación a cada uno es una necesidad de cara a la producción de un nuevo poder.

La oposición es propia de lo político y refiere a la existencia de una postura contraria a la hegemónica o a la que ejercer el poder. Independiente de su expresión organizativa, la oposición comporta diferencias irreconciliables a nivel programático, es decir con respecto al proyecto de Estado y sociedad de los grupos dominantes. La oposición no es un grupo o un partido, aunque puede unificarse en uno de estos; es un espectro en el que coexisten posiciones diferentes, pero en desacuerdo con las hegemónicas. Desde un ángulo semántico-referencial, la oposición es un concepto limitado, porque no revela la forma cómo es ejercida.

La resistencia desborda el simple posicionamiento que entrevé la oposición. Su configuración semántica proyecta una acción en contra de su contrario. En la genealogía del concepto, la resistencia ha tenido por equivalente o complemento al de desobediencia y al de rebeldía. Esto supone que desobedecer y rebelarse son sinónimos y formas de resistir.

Como concepto inserto en el Derecho, la resistencia rebosa al de oposición, pero sin reducirlo a un artilugio del discurso jurídico. La resistencia refiere a un derecho legítimo, el cual es ejercido por aquellos a quienes su voluntad y dignidad procura doblegar abuso del poder. A diferencia de la oposición, la resistencia compromete una acción en contra del oprobio derivado del ejercicio corrompido del poder. La resistencia no solo es un posicionamiento, implica la movilización de recursos y el desarrollo de acciones orientadas a contrarrestar la ignominia. Sobre esta base, la resistencia traducida en desobediencia o rebeldía linda con un delito de naturaliza política.

El sentido común permeado por los mass media connotó de valores negativos a la resistencia. Sus referencias orientaron la atención hacia lo más extremo de la oposición, dibujando la resistencia como una expresión opositora de carácter violenta, ilegal y armada. En otras palabras, los medios desnaturalizaron su esencia y la redujeron a un asunto de métodos. Por esta razón, la oposición es racional, porque está dentro del ordenamiento legal actuando en sus marcos, mientras la resistencia no.

En la misma línea de la resistencia está el contrapoder. Su significado encuadra dentro de lo político y está más allá de la oposición, porque no es un escueto posicionamiento frente a su opuesto. A diferencia de la resistencia, su connotación explicita unas técnicas orientadas a contrarrestar el ejercicio del poder por parte de su opuesto, es una postura activa frente al oprobio. El contrapoder comporta un significado in extenso u ostensivo de la resistencia.

En el extremo de la resistencia, la rebeldía y el contrapoder apareció la “alternativa”. En un principio, sus enunciadores la significaron como una faceta ofensiva de la resistencia. El problema fue el fracaso en el que incurrieron cuando en el terreno de lo político no lograron desarrollar un programa de oposición y ejercer el poder de forma diferente a como lo venían haciendo sus contradictores. Por esta razón, la “alternativa” sufrió una re-significación semántico-referencial e ideológica operada por sus adversarios y terminó refiriendo a una vía diferente para llegar a un mismo lugar.

Pese a su inflexión, el sentido e intensión de la “alternativa” pervive en una acepción más del contrapoder. Algunas iniciativas del EZLN y del MST, así como el Estado Comunal planteado por el comandante Hugo Chávez Frías, desarrollan un esfuerzo contra-hegemónico oponiendo otro poder. Estas apuestas no solo contrarrestan y confrontan el abuso del poder y al poder existente. Este tipo de contrapoder desarrolla una oposición y una resistencia a partir de una ofensiva. Los recursos que moviliza en su ejercicio, al igual que sus técnicas, están en función minimizar el avasallamiento dominante, como también están en miras de ganarle terreno.

La oposición, la resistencia, la rebeldía y el contrapoder son conceptos hermanos. Estos ofrecen un abanico de opciones para ejercer la condición de contrario en lo político. Infortunadamente, la “alternativa” terminó siendo la vergüenza de la familia. Sin embargo, el contrapoder ofensivo constituye otra forma de esta antítesis. En una perspectiva de disputa contra el orden establecido, este carácter ofensivo proyecta una resistencia al ataque. En la actualidad no basta con contener la hegemonía, es necesario anteponerle una contra-hegemonía de facto.

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