Hacendatario
Régimen señorial-hacendatario, clanes y política en Colombia
Régimen señorial-hacendatario, clanes y política en Colombia

Alexander Martínez Rivillas es un profesor de la Universidad del Tolima. Él ha sido una de las voces encargadas, junto a Julio César Carrión, de definir el ejercicio del poder en el departamento desde una perspectiva señorial-hacendataria. En varias publicaciones, el profesor Martínez Rivillas ha subrayado un conjunto de maneras y procedimientos que dan cuenta de una forma feudal de ejercer el poder en el Tolima y a través de varias instituciones. Entre estas, a la que él pertenece y en la que trabaja.

A propósito de este peculiar enfoque, optamos por conversar con el profesor. La lupa por medio de la cual mira la gestión y la administración de la cosa pública no es un simple calificativo en detrimento de quienes detentan el poder, es una caracterización con raíces en la invasión española y en el modelo de gobierno que importaron e implantaron quienes arribaron al «nuevo mundo». Un par de preguntas al respecto fueron suficientes para indagar sobre el origen, desarrollo y persistencia del régimen señorial-hacendatario en la política colombiana.


A propósito del régimen

El régimen señorial-hacendatario es una expresión que hace referencia a un régimen muy antiguo, a un régimen feudal. Por ejemplo, el señorial –así literalmente– era un derecho que tenía un señor feudal de cobrar un impuesto a los feudatarios (siervos), una suerte de renta en especie o en trabajo que unos le extraían a los feudatarios.

La expresión, por ejemplo, aparece señalada de manera muy nítida en Marx y Engels (en el Manifiesto del Partido Comunista), en el sentido de que son regímenes de servidumbre o de subordinación en el feudalismo. Para Colombia y Latinoamérica lo retoma –en sus distintas investigaciones desde los años 60– Antonio García Nossa, el economista colombiano. Si no recuerdo mal, en ¿A dónde va Colombia?, él más o menos describe el funcionamiento del régimen señorial-hacendatario: él explica un patrón histórico de las elites o de los caudillismos en Colombia desde la colonia hasta hoy, un patrón de subordinación o de subalternidad; y cómo ese patrón de subordinación de las clases populares en realidad fue garantizando su estabilización en el poder.

La noción de régimen señorial-hacendatario requiere matices. Creería, en principio, que hay una especie de sustrato cultural que le da soporte al régimen señorial-hacendatario como sistema de dominación, pero habría que matizar si se manifiesta de la misma manera en la época colonial, en la época republicana del siglo XIX, y hoy.

Régimen importado e impuesto

Con mucha fuerza, este régimen se constata en el siglo XVII, en el siglo XVIII y en el siglo XIX. En el siglo XX, «con la libertad intensa de brazos» (sic) y de compraventa de tierras, pudo haber modificado radicalmente esa estructura o ese sistema de dominación.

Si revisan cuál fue la personalidad social de los colonizadores españoles que llegaron a América, notan que hubo una especie de proyecto imperial-católico-español o católico-españolista; el cual reprodujo los patrones de colonización españolista-católica que trataron de implementar en Italia. Este había sido, de alguna manera, aprendido en sus funciones sustanciales cuando del norte de España recolonizaron el sur.

Por ejemplo, la historia de Francisco y Hernando Pizarro es la historia de unos hermanitos, que en Trujillo se reunían en una especie de taberna. Ellos tenían experiencia como soldados en las distintas avanzadillas militares en Italia, y se reunían con un grupo de amigos familiares y vecinos. Así conformaron un grupo que después va a llegar a América y va a hacer su incursión en el Perú, en el alto Perú.

La irrupción de los clanes

Este es el modelo de un clan guerrero. Clanes guerreros que fueron punta de lanza de la expansión del imperio, clanes guerreros que no solamente fueron familiares, amigos, aliados o clientelas alrededor de ellos. Estos se reunieron alrededor de un jefe militar y sirvieron de instrumento de ampliación del imperio católico-español o del proyecto imperial católico-español. De esta manera llegaron a Colombia unas avanzadillas militares con un capitán y su sacerdote. Casi siempre el proyecto implicaba esa relación binaria: la cruz y la espada.

La hacienda y el ejercicio del poder

Las avanzadillas llegaron, se instalaron y empezaron a hacer adjudicaciones. Las adjudicaciones inicialmente fueron entregadas en concesión con el compromiso de que el colono español las pagara a largo plazo. Estancias se le llamaron, que fueron como haciendas pequeñas. En su momento, la hacienda pequeña fue en realidad cientos de hectáreas (estoy hablando de principios del siglo XVI). Vinieron luego las encomiendas, que esas si fueron haciendas grandes o mega haciendas. Luego vinieron las grandes haciendas, que son más o menos las que en su concepción económica, política, jurídica se parecen mucho a las que se fundaron en el siglo XVI.

Las grandes haciendas en su concepción económica eran improductivas en lo sustancial, así tuvieran tierra fértil. En su concepción jurídica facilitaron el ejercicio de los poderes, pero excedieron a los del Estado o los sustituyeron; fueron como para-Estados que operaron dentro de las haciendas. En sentido político, los hacendados se convirtieron –en paralelo– en jefes o en caudillos militares, que a su vez fungieron como jefes políticos.

Entonces, en su origen la hacienda fue un modelo de construcción de relaciones de mando, control, dominio, etc. sobre las poblaciones, que a su vez representó un modelo de ejercicio del poder estatal, pero en una suerte de dispersión total de este poder. Esas haciendas o esas regiones de haciendas en realidad lo que hicieron fue ejercer un poder de forma periférica: eran simulaciones de ejercicios del poder estatal muy efectivos y con gran capacidad de control de la población. Esto explica por qué hay una construcción imperial de clanes militares, que son el centro de la expansión imperial-español-católico, y del catolicismo español; y justifica esa figura o ese patrón la repartija del poder a través de dinastías, linajes, etc. Ustedes lo ven durante todo el siglo XIX en Colombia y hoy también.

Estos clanes muy belicosos, además son ilustrados. Casi que todos (antiguos o republicanos) lograron aunar la pluma y la espada, no solamente la cruz y la espada. Ellos prepararon a sus élites: son en realidad clanes guerreros ilustrados o más o menos ilustrado en el arte del manejo del poder y del gobierno usando viejos manuales conservadores del siglo XIX, antes reformistas del siglo XIX por ejemplo, o usando manuales neoliberales contemporáneos. En el fondo es lo mismo.

Pervivencia de los clanes

Los esquemas de gestión del poder son el sustrato cultural que se ha reproducido. Todos nosotros estamos habituados a ello. A nosotros nos parece normal, ordinal, habitual y natural que ellos estén considerándonos –de alguna manera– como una suerte de servidumbre aneja a la hacienda, que en este caso serían las jurisdicciones municipales o departamentales y que nosotros le debemos obediencia, cumplimiento a todo lo que dispongan.

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