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La truculenta historia de Ibagué, una historia de violencia y resistencia
La truculenta historia de Ibagué, una historia de violencia y resistencia

Esta es una pequeña reflexión de nuestra historia, con ocasión del cumpleaños de Ibagué y la creación jurídica mediante Ley 65 de noviembre de 1909, que deja por fuera muchas anécdotas, acontecimientos, hechos, datos, personajes, fechas, procesos y variedad de cuestiones más, dignas de ser contadas. Esto es apenas un acercamiento a la truculenta historia del Tolima en clave de resistencia.


La historia del Tolima es, desde mi perspectiva, una historia del sometimiento y la resistencia, una historia de la lucha de clases y de castas, una historia de la contrainsurgencia y de la insurgencia, en síntesis, una historia de la violencia.

Si nos remontamos al final de la era precolombina, se aprecia la lucha de los indígenas caribes por abrirse camino por el río Magdalena arriba, reclamando las tierras para sí, como lo afirma Sendoya (1952), uno de los especialistas en el tema. Era una región de valles herbosos, enmarcados por las cordilleras Central y Oriental y definida por el río y su amplio llano; además prometía ser rico en minerales, pues distintos grupos indígenas lucían metales preciosos, esto era el Alto Magdalena, según la descripción de Henderson en su célebre obra de 1984.

Sebastián de Belalcázar penetró en el territorio desde el sur, fundando primero, Cali en 1536 y luego Popayán en 1537. A mediados del siglo XVI, se desarrolló una campaña militar contra los Pijaos, pueblo guerrero diestro en el manejo de las lanzas que defendían su territorio y atacaban a los invasores. Esta campaña se dio en el marco de la cédula real de 1550 que ordenaba establecer un fuerte en el Valle del Alto Magdalena (Ibagué), con el fin de conservar el paso del suroccidente (Quindío). En este contexto, el encomendero Andrés López de Galarza y Francisco de Trejo iniciaron una campaña para tomarse los territorios del centro del Tolima. Los conquistadores fundaron una aldea a la que se llamó San Bonifacio de Ibagué del Valle de las Lanzas. Esta aldea fue trasladada de sitio, pues varios levantamientos indígenas reducían a escombros dicha aldea, ya que funcionaba como fuerte desde donde se dirigía la guerra contra los originarios. En este marco, todo parece indicar que el origen de Ibagué, primero en la localidad de lo que hoy es el municipio de Cajamarca, se remonta a la necesidad de establecer un fuerte para librar la guerra contra los Pijaos por mandato de la mencionada cédula real de 1550.

Estos sucesos llevaron al capitán Juan de Borja a principios del siglo XVII a iniciar una guerra sin cuartel, en la cual la quema de cultivos, el aperreo y el genocidio, serían los métodos más eficaces para ese propósito. Llegó la destrucción de los Pijaos y la colonización del valle del Alto Magdalena. En las zonas llanas del valle, se establecieron los primeros hatos de ganado, cacao y trapiches de Ibagué y Neiva como lo cuentan los académicos Neira (1995) y González (1990). Durante la colonia, el territorio del Gran Tolima, como lo denominaban los españoles para referirse a la extensión de todo el valle del Alto Magdalena, se convirtió en una ruta comercial hacia el occidente del país y se erigieron las primeras poblaciones según los historiadores Cuartas Coymat (1991) y Hermes Tovar (2007). El Tolima era un nodo donde se cruzaban los caminos que unía a Santa Fe de Bogotá, con Neiva, Popayán, Cartago, Mariquita y el Virreinato de Quito, a través de, entre otras localidades, Honda, puerto clave en la cuenca del río Magdalena.

En el siglo XVII, la provincia de Mariquita, como centro minero de oro y plata, fue la más importante para los españoles, pues los constantes ataques y la consolidación del poder colonial en las otras zonas, así lo ocasionaron. En Mariquita, como en otros centros mineros, se utilizaron indígenas reducidos a la servidumbre y esclavos para la explotación de los metales, el transporte de mercancías y personas, el sostenimiento de la producción en general, la confección de telas, etc.

En el siglo XVIII emergieron Purificación, Coyaima y Natagaima y a sus alrededores se consolidaron haciendas que materializarían la servidumbre y la tributación de las comunidades, como lo sostiene Guzmán (1996). Este proceso generó conflictos, ya que el creciente mestizaje y la supresión de resguardos incrementó la demanda por la tierra. Además, los compromisos de España en el exterior y su deseo de controlar más eficazmente sus colonias de ultramar, condujeron a la aplicación de las reformas borbónicas, que contemplaban nuevos impuestos y la supresión de los cargos administrativos en manos mestizas para delegarlos bajo la tutela de blancos españoles. Lo primero, desencadenó una rebelión popular, como respuesta de los impuestos principalmente, y, lo segundo, el malestar de una naciente casta burocrática de corte mestiza que empezaba a hacerse a cargos administrativos. Dicho levantamiento fue conocido como la Revuelta de los Comuneros, que se vivió en mayor grado en Mariquita, cuando Galán liberó a los esclavos de las minas como lo relata Galvis en su investigación de 1982.

En el siglo XIX, emergió la generación y el proceso de la independencia, tras la crisis del poder monárquico español, acentuado por la invasión de Napoleón a España. Este proceso independentista experimentaba el florecer del republicanismo con formas radicales de federalismo. Esto generó que la región del Tolima, aunque dependiente del poder central, débil por ese entonces, quedara influenciada por los poderes de gamonales locales. Por ello, el peso de la regulación social y de la vida cotidiana recaía en dichos líderes locales a través del poder hacendatario, puesto que era en las haciendas donde se desarrollaba la dinámica social, política, cultural y económica de la época, como lo afirma Henderson en la mencionada obra de 1984. 

La Hacienda Saldaña, propiedad de la familia Caicedo, es el mejor ejemplo de la organización social de esa época como lo retrata Fernando Guillén (1979). En ella, se produjeron y reprodujeron las sociabilidades políticas, las jerarquías sociales y se aseguró el control sobre la mano de obra. Se pueden ver también las haciendas de las familias Buenaventura, Rocha, Castilla, Melo, Toro, en donde se regulaba la vida cotidiana, el poblamiento, la política, se impartía justicia y se regulaba la tenencia de la tierra, como también lo afirma otro estudioso del asunto como Andrés Felipe Aponte (2019) en su último libro. 

El poder de estas haciendas (esclavistas y/o cafeteras) como formas de organización social, generó el sometimiento de las comunidades y también el desplazamiento de muchas. Todo ello fue caldo de cultivo para los conflictos sociales, concatenados con la vida política nacional que atravesaría turbulencias productos de las distintas guerras civiles del decimonónico. 

En 1861, se crea el Estado soberano del Tolima por mandato del General Tomás Cipriano de Mosquera, (cuya legalización se da gracias al artículo 41 del Pacto de la Unión en noviembre de ese mismo año), cercenando una porción de Cundinamarca y del Cauca, para que funcionara, según otras versiones, como tapón entre esos dos Estados. Se unieron las provincias de Mariquita y Neiva. Para entonces, nuestro país se llamaba los Estados Unidos de Colombia y grandes convulsiones se presentaron por aquellos años, pues los conflictos entre centralistas y federalistas no daban tregua. 

En el siglo XX, una vez finalizada la Guerra de los Mil Días, la depresión cafetera empeoró, su comercio y producción se desorganizaron, y la disponibilidad de mano de obra entró en crisis, a causa de los procesos de reclutamiento del Ejército Nacional y de las guerrillas liberales según Bergquist (1999), otro gran conocedor de nuestra historia. Esto generó un mayor poblamiento de la esquina sur del Tolima y los procesos que marcarían la expansión de latifundios y la ocupación de tierras.

Así pues, se fue configurando una lucha social por la tierra encarnada en campesinos e indígenas. Un ejemplo de esto es Eutiquio Timoté, comunista y líder indígena del Tolima y candidato a la presidencia en 1934, que luchó junto a Quintín Lame logrando la creación del Resguardo del Gran Chaparral como lo sostiene Alfredo Molano en su informe para la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas. Otro ejemplo son las luchas del Sumapaz y en el oriente del Tolima por los campesinos, representada en la figura del revolucionario Juan de la Cruz Varela. Por ello, el Tolima en la década de los cuarenta ya tenía un terreno abonado de lucha social, donde la muerte de Gaitán y la violencia, terminaría por configurar la dinámica de un territorio históricamente marcado por la violencia. 

Nacen así las guerrillas liberales y las autodefensas campesinas comunistas, en medio de una violencia política exacerbada, también influenciada por la injerencia de los Estados Unidos en su Doctrina de la Seguridad Nacional, el anticomunismo y la lucha contrainsurgente. Esto duraría años, con intervalos de tiempos de tregua o “pacificación”, como lo fueron los gobiernos de Rojas Pinilla y el Frente Nacional donde existiría una paz entre la élite política con exclusión de los sectores populares.

En ese contexto, el Tolima fue escenario y el laboratorio del conflicto reciente. Allí se puso en marcha los primeros grupos contrainsurgentes, tanto conservadores como liberales, así como sirvió de elaboración político-militar para la insurgencia. Aquellos que se originaron en la Violencia como autodefensas comunistas, sufrieron una metamorfosis en su concepción del campo militar y político y se transformaron en guerrillas con programa político; a saber, las FARC-EP.

El sur y oriente del Tolima fueron los espacios de experiencias de comunidades comunistas, orientadas por el PCC (Partido Comunista), y luego llamadas por la derecha como repúblicas independientes. Por ello, su territorio se convirtió en un experimento contrainsurgente al poner en marcha acciones militares como el bombardeo y la toma de Marquetalia, las acciones cívico-militares y el uso de agentes químicos como el agente naranja y el Napalm en la Guerra de Villarrica en 1955, luego usado en Vietnam.

Así transcurrieron los años de la Guerra Fría con la teoría del enemigo interno, donde la clase hegemónica y el aparato estatal, teniendo como objetivo militar no sólo a la insurgencia sino a cualquiera que amenazara sus intereses, transformaron las primeras cuadrillas de “pájaros” y “limpios” en grupos paramilitares estructurados y organizados como el Rojo Atá y posteriormente, el Bloque Tolima de las AUC. Este último duraría hasta entrado el nuevo siglo. Con el advenimiento del siglo XXI, llegaría la política de la Seguridad Democrática, en los dos gobiernos de Uribe Vélez, donde nuevamente la violencia exacerbada era la protagonista. Posteriormente, con la presidencia de Santos y el Acuerdo de Paz, el Tolima experimentaría un tenso y voluble período de paz, marcado por la presencia de las agencias internacionales de “cooperación” y “apoyo” a la paz. Ahora, con un proceso de paz fallido, la violencia aparece de nuevo en el escenario tolimense y no parece haber tregua cerca.

En conclusión, podría decir que el problema de la tierra y la participación política, fueron quizás los causantes más importantes del reciente conflicto. Pero sin duda, una historia de conflicto social, de desigualdad, opresión, sometimiento y dominación, desde la conquista hasta nuestros días, han marcado la historia del Tolima. 

Esta es una pequeña reflexión de nuestra historia, con ocasión del cumpleaños de Ibagué y la creación jurídica mediante Ley 65 de noviembre de 1909, que deja por fuera muchas anécdotas, acontecimientos, hechos, datos, personajes, fechas, procesos y variedad de cuestiones más, dignas de ser contadas. Esto es apenas un acercamiento a la truculenta historia del Tolima en clave de resistencia.

Propuesta de periodización de la historia del Tolima: 

  • Un período que precede a la llegada de los españoles (conflictos entre cacicazgos)
  • Conquista española y sometimiento indígena (siglos XVI y XVII)
  • Proceso de consolidación del control colonial y dominación española (Siglos XVII y XVIII)
  • Crisis colonial, conflicto republicano (Final del siglo XVIII y comienzos del XIX)
  • Republicanismo y conflictos centralistas-federalistas (Siglo XIX)
  • Tensión entre nacional- local (primera mitad del siglo XX)
  • Conflicto social y rebelión armada (segunda mitad del siglo XX y comienzos del siglo XXI)

Bibliografía

  • APONTE, Andrés Felipe, Grupos armados y construcción de orden en la esquina sur del Tolima, 1948-2016. Bogotá, 2019.
  • BERGQUIST, Charles, Café y conflicto en Colombia (1886-1910): La guerra de los Mil Días, sus antecedentes y consecuencias. Bogotá, Banco de la República y El Áncora Editores, 1999.
  • CUARTAS COYMAT, Álvaro, Tolima insurgente: Historia de las guerras civiles y reseña político-institucional, t. I, Bogotá, Pijaos Editores, 1991.
  • GALVIS NOYES, Antonio, La abolición de la esclavitud en la Nueva Granada (1829-1852). Bogotá, Revista del Colegio Mayores de Nuestra Señora del Rosario, 1982. 
  • GONZÁLEZ, Helio. Un viaje por el Tolima. Ibagué, El Poira Editores, 1990.
  • GUILLÉN, Fernando, El poder político en Colombia. Bogotá, Editorial Punta de Lanza, 1979.
  • GUZMÁN, Ángela, Poblamiento e historias urbanas del Alto Magdalena Tolima, siglos XVI, XVII y XVIII. Bogotá, Ecoe Ediciones, 1996.
  • HENDERSON, James, Cuando Colombia se desangró, Un estudio de la Violencia en metrópoli y provincia. Bogotá, El Áncora Editores,1984.
  • MOLANO, Alfredo, Fragmentos de la historia del conflicto armado (1929-2010). Bogotá, Gentes del Común, 2015. 
  • NEIRA, H, El Tolima en la encrucijada de la Agricultura. Ibagué, Pijao Editores, 1995.
  • SENDOYA RAMÍREZ, José, Diccionario indio del Gran Tolima: estudio lingüístico y etnográfico sobre dos mil palabras indígenas del Huila y del Tolima. Bogotá, Editorial Minerva, 1952.
  • TOVAR, Hermes, El Tolima en los tiempos de la colonia (1549-1810). Tomo I (143-190). En Manual de Historia del Tolima. Ibagué, Pijao Editores, 2007.

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