AFP #2J21 (1)
Constituyente y gente de a pie. Un diálogo sobre el presente del cambio
En este momento, la constituyente es un campo en disputa y la fuerza política con mayor influencia impone sus intereses.
AFP.
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Constituyente y gente de a pie. Un diálogo sobre el presente del cambio
En este momento, la constituyente es un campo en disputa y la fuerza política con mayor influencia impone sus intereses.

La posibilidad de una constituyente vuelve a matizar el panorama político colombiano. Con la designación de Juan Fernando Cristo como nuevo Ministro del Interior del gobierno de Gustavo Petro, esta opción volvió a estar fuertemente sobre la mesa. De hecho, en sus declaraciones el pasado 3 de julio, fue presentada como un resultado de un acuerdo con sectores políticos, económicos y sociales del país.

Al día siguiente, en la W Radio, Germán Vargas Lleras manifestó –una vez más– su beneplácito con la propuesta, es especial porque no rompe el orden establecido, se ajusta a lo contemplado en la constitución y es el producto del acercamiento entre las posiciones oficialistas y las no oficialistas: «me gusta particularmente la afirmación de convocar una constituyente, pero de no romper el orden institucional y de convocarla mediante un acuerdo nacional».

Enrique Acosta, un filósofo egresado de la Universidad Nacional de Colombia y vinculado a las luchas sociales y populares durante la primera década del 2000, sostiene que Vargas Lleras la tiene muy clara, incluso el santismo sabe a qué está jugando cuando habla de esta posibilidad. Para ambos –señala– es una oportunidad para repuntar; por esto, «Vargas Lleras está tan animado» y «los santistas están retomando espacios en el Pacto Histórico». El problema es para el gobierno, porque no tiene una correlación de fuerzas favorable en el momento, lo cual puede «abrir el paso a las élites de siempre para un reacomodo que permita ser más funcional a las actuales dinámicas del capital, igual que pasó con la constitución del 91». Si Petro logra comprometer a la gente de a pie el panorama puede cambiar.

Ante este esta perspectiva, cruzamos un par de ideas adicionales con Acosta, quien desde su bagaje problematizó el presente del gobierno y el reto que implica asumir una constituyente. ¡Obvio! No agotamos el análisis, pero nos dimos a la tarea de explorar una de las iniciativas que –como lo afirma el mismo Acosta– «puede salvar a Petro de que su gobierno no quede como pusilánime, y que pase a la historia sin pena ni gloria».

Común y Corriente: En su perspectiva, la constituyente es un campo en disputa. De ser así, ¿Cómo considera que está jugando o jugará el Centro Democrático?

Enrique Acosta: En efecto, es un campo en disputa. Ninguna revolución se hace con una constituyente. Las leyes son un acuerdo entre poderes y hay que poner a jugar al campo popular en clave de constituyente para que también esté en ese acuerdo.

En cuanto al Centro democrático, lo veo un poco relegado del debate y con posiciones ramplonas, como la de Uribe. Él dice que lo que hay es que trabajar, arreglar los problemas del país y dejar de pensar en cosas como la constituyente. Este pragmatismo cala bastante en los sectores populares y le resta importancia a un proceso que, si se hace junto al pueblo, puede cambiar las bases del actual régimen en Colombia.

CyC: El Centro Democrático tiene iniciativa para ejercer su condición de oposición. La mayoría de movimientos que han operado sus parlamentarios y líderes los hacen en función de ganar terreno de cara a la contienda electoral de 2026, pero no se aprecia un accionar unificado (más allá de reactivo) frente a la constituyente. Sin embargo, ¿Hasta qué punto puede construir un escollo en la gestación y desarrollo de esta o de un proceso constituyente (si llega a desarrollarse)?

EA: Tiene todo para torpedear el proceso. Si es como ustedes dicen, crea un plan unificado en función de eso. Su campaña política de cara a las próximas elecciones puede ser una posición anticonstituyente. Sin embargo, y en lo inmediato, me preocupa más los sectores de derecha que dicen «apoyar» una constituyente, a saber: el vargallerismo y el santismo.

CyC: Vargas Lleras y Santos ejercen una influencia notoria en la política nacional, pero a nivel territorial tienen algunos límites (aunque eso lo resuelven con preventas y transacciones). Fico está con Uribe, mientras Dilian Francisca Toro, la baroneza del Valle, y Adriana Magali Matiz, la gobernadora del Tolima, son antipetristas no muy cercanos a Santos. ¿Qué otros grupos de poder puede arrastrar el Santismo para ganar terreno en una posible constituyente?

EA: Vargas Lleras tuvo apoyo en la Costa con clanes mafiosos. En este momento, no sé cómo están las relaciones con los Char, que en el pasado fueron aliados con Germán Vargas y siguen siendo una gran fuerza en el Caribe. En el caso de Santos, él tiene a Benedetti en la Costa; además, tiene las manos metidas en el Pacto Histórico, y –aunque no se puede considerar una fuerza importante– tiene las manos metidas en Comunes. No obstante, lo fundamental de Santos es la influencia que puede tener en el poder real, en el poder económico, en los grupos empresariales como los Gilinski, el grupo Santo Domingo, Ardilla Lulle y otros.

CyC: Volviendo al campo popular, a este le corresponde jugar un papel preponderante en la iniciativa planteada por Petro, pero está sufriendo de un anquilosamiento. Raul Zibechi habla de que los movimientos sociales se le arrecostaron al progresismo y perdieron iniciativa, lo cual no es una excepción en Colombia. Además, el Pacto Histórico no ha logrado cuajarse como una fuerza política con raíces sociales por lo mismo y otros factores. ¿De cuál campo popular es posible hablar hoy?

EA: Quizás Zibechi tiene razón, pero más que un anquilosamiento en el progresismo, se subsumió en sus lógicas y en su esencia. El progresismo es una tendencia política que –como se dice coloquialmente– tiene la pretensión de cambiar unas cosas para no cambiar nada: tiene vacíos e incoherencias ideológicas que, en esencia, siguen siendo funcionales al capital: no toca sus líneas rojas; igualmente, ha relegado o neutralizado los sectores más radicales del movimiento social.

La llegada del progresismo salvó a los sectores del poder real en Colombia de un torrente insurreccional que, de no haber sido por las elecciones, quién sabe a dónde hubiera llegado. Me refiero a las movilizaciones de jóvenes, indígenas, campesinos, mujeres, entre otros, de antes de las elecciones. Ese movimiento fue domesticado con la irrupción del progresismo. Creo que consciente o inconscientemente es ese el papel del petrismo: ser una válvula de escape para el actual régimen.

La izquierda «tradicional» se ha quedado corta en la comprensión de la emergencia de las nuevas subjetividades sociales, y del origen, desarrollo, planes y destino del progresismo a nivel global, regional y local. No lo vimos venir y ahora muchos hacemos parte de sus filas, lo cual se tradujo en una coptación del movimiento social, de sus liderazgos.

CyC: La constituyente, como una arena para la disputa política, exige un cambio de concepción y método en las agrupaciones del campo popular sobre su papel en la actualidad. La condición de espectadores o de comité de aplausos del gobierno es insuficiente para desplegar un proyecto de cambio efectivo. En la actualidad, urge mayor iniciativa extraparlamentaria, es decir organización y politización; de lo contrario, y –como usted ya lo manifestaba– la constituyente terminará siendo una oportunidad para los grupos hegemónicos en el país…

EA: ¡Totalmente de acuerdo! La organización al margen de lo reivindicativo es una necesidad.

CyC: El panorama es adverso, pero ofrece oportunidades. Los grupos políticos que no están «atrapados» en la agenda del gobierno tienen un reto grande en los dos años de mandato que le quedan a Petro. La idea es romper el inmovilismo y recuperar la iniciativa. Como usted lo dijo: «necesitamos un esfuerzo colectivo que aliente la acción y la movilización».

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